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La Procesión De Entrada y La Veneración Del Altar

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Por Luis Roman

El rito introductorio de la Santa Misa comienza con la procesión de entrada del Sacerdote y los servidores del Altar.

Usualmente se canta un cántico relacionado con las lecturas del día, la fiesta o solemnidad que se está celebrando. En la antigüedad se decía un salmo cantado. Algunos atribuyen al Papa Celestino I (422-431) la incorporación del canto de entrada. “Puede emplearse para este canto o la antífona con su salmo u otro canto acomodado a la acción sagrada o la índole del día o del tiempo litúrgico” (Instrucción General del Misal Romano OGMR, 26). Debe de ser un canto procesional, solemne y festivo, que corresponde de suyo al pueblo, y pretende “abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido e introducir sus pensamientos en la contemplación del misterio litúrgico o de la fiesta” (OGMR, 25).

En la procesión de entrada los monaguillos van siempre delante del sacerdote y, si lo hay, también el diácono. La procesión es a pie y los servidores, diáconos y sacerdotes deben de caminar despacio. En muchas comunidades el pueblo hace una leve reverencia cuando pasa el sacerdote ya que él es el representante de Cristo en la celebración.

El orden de entrada debe ser: crucífero con dos ceroferarios a ambos lados o portadores de ciriales, siguen los demás ministros y el diácono que porta el Evangeliario en alto. Siguen los co-celebrantes siempre de dos en dos y por último el que preside (sacerdote/ obispo) sólo

No debe de haber bailarines y tampoco se bebe emplear ningún tipo de danza. La entrada debe ser sencilla y simple. El Papa Benedicto XVI en su libro Espíritu de la Liturgia, nos dice:
Bailar no es una forma de expresión de la liturgia cristiana. Allá por el siglo III ciertos círculos gnóstico-docéticos trataron de introducirlo en la liturgia. …Los bailes culticos de las distintas religiones tienen propósitos diferentes – encantamientos, la magia imitativa, éxtasis místico – ninguno de los cuales son compatibles con el propósito esencial de la liturgia.

El sacerdote y sus servidores deben de caminar con reverencia y mirando hacia el Altar y el Tabernáculo. No se recomienda que el sacerdote comience a saludar al pueblo con las manos mientras se acerca al altar, tampoco deben de hacerlos los demás miembros de la procesión.

La procesión de entrada termina con la veneración del altar, como símbolo de Cristo y lugar del sacrificio eucarístico. Esta veneración se deja ver con tres signos: la inclinación, el beso y la incensación.

La inclinación es un signo de respeto y forma parte del patrimonio religioso de todos los pueblos. Al hacerlo mirando hacia el altar el gesto se convierte en un acto de homenaje a Cristo, al lugar del sacrificio del Señor, y se transforma a la vez en una súplica y signo de humildad por los frutos de la Salvación.

Como el altar simboliza a Cristo el ministro lo besa en nombre de toda la comunidad reunida. El beso es uno de amor entre la Iglesia Esposa y el Esposo Cristo.

Esta veneración comenzada con la inclinación y el beso termina con la incensación del altar, que simboliza honor, y también podría significar purificación.

Desde que comienza la procesión hasta que termina con la veneración del Altar debemos estar atentos a lo que está a punto de comenzar. Al igual que el sacerdote y sus servidores que van acercándose al altar y al tabernáculo así mismo tu y yo nos acercamos también al Señor. Es por esto que no debe de haber distracciones y no se debe alterar la liturgia y la procesión para hacerlo más ameno y divertido porque lo más importante no es como nos sentimos en la celebración sino lo que esta por suceder en el altar.