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¿Porque se ofrece el Sacrificio de la Santa Misa?

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El sacrificio de la Santa Misa se ofrece a Dios Padre, en el nombre de Jesus a través del Espíritu Santo. Nosotros como Iglesia somos el cuerpo de Cristo y Cristo es la cabeza. Él es el sacrificio perfecto que nos da la oportunidad de reconciliarnos enteramente con Dios. Si la cabeza es parte del sacrificio ofrecido así también debe de ser el cuerpo. Es por esto que nosotros participamos en el único sacrificio hecho por nuestros Señor hace 2,000 años a través de la Santa Misa.

La humanidad necesita a Dios y necesita reconciliarse con El. Dios es todopoderosos y no necesita nada así que Él se nos da a través del mismo sacrificio ofrecido por nuestro Señor Jesucristo como su cuerpo y sangre en las especies de pan y vino (banquete). Lo que ofrecemos como parte del cuerpo de Cristo se nos es devuelto en alimento bajado del cielo. Así como nuestra naturaleza es pecaminosa y en numerosos momentos nos levantamos y en otros nos caemos; así mismo mientras más veces y con mas fidelidad participemos del sacrificio del Señor se nos concederá las gracias y las fuerzas para seguir. Más que esto también estaremos mostrando humildad y arrepentimiento porque reconocemos que tenemos que ofrecer a nuestro Dios el sacrificio de su Hijo porque no hay nada que podamos hacer por nosotros mismo para reconciliarnos con El. Nuestra humanidad y naturaleza no es más que el creador y necesitamos estar en El como un solo cuerpo para poder vivir eternamente.

El papa Pío XII dijo “Cristo, Nuestro Señor, sacerdote eterno, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, durante la última Cena, la noche en que fue traicionado, quiso, como lo exige la naturaleza humana, dejar a la Iglesia su esposa bien amada un sacrificio visible para representar el sacrificio que debía cumplirse sólo una vez sobre la Cruz con el fin de que su recuerdo permaneciese hasta el fin de los siglos, y que la virtud fuese aplicada a la remisión de nuestros pecados de cada día, ofreció a Dios su Padre su cuerpo y su sangre bajo las apariencias de pan y de vino, símbolos bajo los cuales los dio a los discípulos, constituyéndolos sacerdotes del Nuevo Testamento, y ordenándoles a ellos y a sus sucesores que los ofrecieran”.

Pío XII señala que el pan y el vino, simbolizan, no solamente el trabajo humano, sino también la separación violenta, en la muerte, del cuerpo y la sangre de Jesús.

La ausencia de muchos católicos en la Misa del domingo es el resultado de la ignorancia de no saber y de no ver la Cruz como sacrificio, así como el misterio pascual. Es Cristo quien obra a través del sacerdote el misterio de la Transubstanciación, que cambia toda la substancia del pan y la del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Según Pio XII los cuatro fines del sacrificio eucarístico son (II, 1 col. 216):

  1. Cristo Sacerdote quiere adorar, glorificar, alabar en un homenaje que no cesa jamás. Cardenal Bérulle: ¨Cristo es el Adorador infinito, el único Adorador, el Perfecto Adorador, el divino Adorador¨.
  2. El segundo fin es la acción de gracias que sólo el Hijo puede ofrecer dignamente: el Sacrificio de la Cruz, “prolongado” por la Eucaristía, es la súplica del Hijo al Padre en nombre de toda la humanidad.
  3. Tercero viene la finalidad de expiación, propiciación, reconciliación de todo el género humano con el Padre, ofendido por sus faltas. El Hijo nos arranca así de la dominación del demonio, príncipe de este mundo. Solo Cristo, dice Pío XII, podía ofrecer a Dios satisfacción por todas las faltas del género humano.
  4. Por último, Cristo persigue un fin de impetración: quiere pedir por nosotros, “reducidos a la pobreza y a una mancha – hijos pródigos que hemos empleado mal los bienes recibidos del Padre -, para que por su mediación eficaz seamos colmados de toda bendición y de toda gracia”.

La Misa nos recuerda que no hay salvación fuera de la Cruz: “Cada hombre, debe entrar en contacto vital con el sacrificio de la Cruz, Cristo ha querido morir como cabeza del género humano”, es decir en nombre nuestro y por nosotros, por esa razón sobre el Calvario Cristo estableció una piscina de expiación y de salvación, que llenó con su sangre derramada, pero si los hombres no se zambullen en ella y lavan sus pecados, no pueden obtener ni purificación ni salvación”. Por el contrario, haciendo suyos los cuatro fines de Cristo, unen el sacrificio de la Iglesia al de Cristo (Col. 217). Pio XII

Así que el comulgar no es sólo comer y beber el cuerpo y la sangre de Cristo, sino convertirse así en una sola víctima con el Dios hecho hombre para la Iglesia y para el mundo (cf. MD, II, 1-3). Pio XII

Es por esto que debemos recurrir al sacramento de la reconciliación (confesión) regularmente.

En Cristo; Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro Nobis!