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¿Qué significa ser rico sin fortuna?

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La Fortuna consiste en poder dar y adquirir bienes. De la palabra fortuna, se deriva la palabra afortunado, que es asociada con el buen estado financiero y de bienes materiales o personales de un individuo. Se dice que se puede ser rico y no tener una fortuna, o no ser afortunado, cuando al poseer los bienes en abundancia, no se comparte, ayuda o brinda nada al prójimo.

Sin embargo, también se escucha, que se puede tener una fortuna o ser afortunado, al no poseer bienes en abundancia, pero sí compartiendo, ayudando y brindando al prójimo lo que se posee.

«Abrahán era muy rico» nos dice la Escritura (Gn 13,2)… Abrahán, hermanos míos, no fue rico para sí mismo, sino para los pobres: más que reservarse su fortuna, se propuso compartirla… Este hombre, extranjero él, no cesó nunca de hacer todo lo que estaba en su mano para que el extranjero no se sintiera ya más extranjero. Viviendo en su tienda, no podía soportar que cualquiera que pasara se quedara sin ser acogido. Perpetuo viajero, acogía a todos los huéspedes que se presentaban… Lejos de acomodarse sobre los dones de Dios, se sabía llamado a difundirlos: los empleaba para defender a los oprimidos, liberar a los prisioneros, ver sacados de su suerte a los hombres que iban a morir (Gn 14,14)… Delante del extranjero que recibe en su tienda (Gn 18,1s) Abrahán no se sienta sino que se queda de pie. No es el convidado de su huésped, se hace su servidor; olvida que es señor en su propia casa, y trae la comida y se preocupa que tenga una cuidadosa preparación, llama a su mujer. Para las cosas propias cuenta enteramente con sus sirvientes, pero para el extranjero que recibe piensa que sólo lo puede confiar a la habilidad de su esposa. ¿Qué más diré, hermanos míos? Hay en él una delicadeza tan perfecta… que Abrahán atrajo al mismo Dios, quien le obligó a ser su huésped. Así Abrahán llegó a ser descanso para los pobres, refugio de los extranjeros, el mismo que, más adelante, se diría acogido en la persona del pobre y del extranjero: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis» (Mt 25,35). 

Sermón 122, sobre el rico y Lázaro de San Pedro Crisologo

Que ojalá nos demos cuenta, que siempre de alguna manera somos afortunados y que dando es que recibimos. Sólo sirviendo es que vivimos. Sin servir no podemos amar y sin amor no tenemos a Dios, por que Dios es amor (1 Juan 4:8). Si no servimos se nos va la vida, por que existimos para servir.

En Cristo, Luis Román

Santa María ora pro nobis