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“Si el malvado se convierte vivirá y no morirá.”

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En múltiples pasajes de las escrituras se nos habla del arrepentimiento que lleva a la conversión. En otras palabras, se nos invita a aceptar la culpa por nuestros errores, pedir perdon y cambiar nuestras vidas. Todo esto es posible, gracias a la inmensa misericordia de Dios.

El Catecimos de la Iglesia católica dice lo siguiente en el numeral 1848

[Como afirma san Pablo, “donde abundó el pecado, […] sobreabundó la gracia” (Rm 5, 20). Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos “la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor” (Rm 5, 20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su Palabra y su Espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado:

«La conversión exige el reconocimiento del pecado, supone el juicio interior de la propia conciencia, y éste, puesto que es la comprobación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: “Recibid el Espíritu Santo”. Así, pues, en este “convencer en lo referente al pecado” descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito» (DeV 31).]

Así que debemos reconocernos como pecadores. Es por esto que la Iglesia como Madre, nos llama al arrepentimiento; que, si se hace correctamente a través de los labios de los sacerdotes, es bien probable que el mensaje no sea políticamente correcto.

“Si el malvado se convierte de todos sus pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá.” (Ex 18, 21)

Y es que se trata de la vida o de la muerte. No de la vida en esta tierra, sino de la vida eterna.

Dios no quiere la condenación del pecador, sino que se convierta de su conducta y viva. Pero si el malvado insiste en su maldad, Dios, que es justo, le abandona a su libre elección. (cf. Ez 18, 21-28)

Es nuestra elección, debemos de tener en cuenta, aunque no sea el principal motivador, que la condenación (infierno) es una posibilidad y una realidad.

Catecismo de la Iglesia Católica # 1492 El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe. Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama “perfecto”; si está fundado en otros motivos se le llama “imperfecto”.

El Camino, Verdad y Vida es Cristo (Juan 14:6-9) y nuestro arrepentimiento debe ser expresado por amor a Cristo. Solo así será un arrepentimiento genuino y digno para Dios. Hay la posibilidad de vivir para siempre sin importar nuestros errores, pecados y ofensas; pero requiere arrepentimiento y conversión. Por la misericordia de Dios, esto es una posibilidad. ¡Bendito sea el nombre de Jesus por siempre!

En Cristo, Luis Roman

Santa María ora pro nobis