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Texto de la Entrevista al Monseñor Athanasius Schneider realizada por Luis Roman- Parte 2

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Queridos amigos: Aquí les comparto el texto con las preguntas y respuestas de la Segunda parte de la entrevista que realizamos al Monseñor Schneider. En esta Segunda parte de la entrevista, el Monseñor Athanasius Schneider responde preguntas sobre la misión de los Laicos y si estos pueden expresar sus preocupaciones sobre asuntos de la Iglesia públicamente, también discuten el tema del manejo de la crisis por parte la Iglesia, la falsa obediencia, las controversias con la renuncia de Benedicto XVI y si Francisco todavía es Papa. Las respuestas fueron escritas y enviadas a nosotros por el Monseñor Schneider.

En Cristo, Luis Roman. Santa Maria Ora Pro Nobis

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Entrevista al Monseñor Athanasius Schneider realizada por Luis Roman para Conoce Ama Y Vive Tu Fe el Sabado 31 octubre de 2020

II parte

Laicos en la Iglesia

Su excelencia, ¿Sobre asuntos públicos relacionados con la Fe y la Iglesia, pueden los Laicos expresar su preocupación públicamente? Canon 212, Santo Tomas de Aquino (Suma teológica – Parte II-IIae – Cuestión 33 Articulo 1 y 4)

El ejemplo de fidelidad a la fe da parte de los fieles laicos durante una de las crisis de la Iglesia mas grandes sigue siendo un honor. La primera crisis profunda en la historia de la Iglesia ocurrió en el siglo cuarto, el arrianismo. Fue una crisis tremenda que tomó proporciones casi universales, ya que el episcopado por entero colaboró con la herejía que negaba el misterio de la Santísima Trinidad, negando la verdadera divinidad del eterno Hijo de Dios y del Espíritu Santo. A la vez que casi todos los obispos del mundo, con diferentes motivaciones y en diferentes grados, colaboraron con esta herejía, se podían contar con los dedos de una mano los obispos que se mantuvieron fieles, junto a la mayoría de los laicos que permanecieron fieles a la verdadera fe en la Santísima Trinidad, la fe que recibieron en el Bautismo. San Hilario de Poitiers —el Atanasio de Occidente— en las que subrayaba la fidelidad de la fe de los laicos en comparación con la traición a la fe cometida por la mayoría de los obispos durante la crisis arriana: «Las orejas de los fieles son más santas que los labios de los obispos» (Contra Arianos vel Auxentium, 6). Junto a estas líneas, si puede recuerdar la observación del Arzobispo Fulton Sheen, que dijo: «¿Quién va a salvar nuestra Iglesia? No lo harán ni nuestros obispos, ni nuestros sacerdotes, ni nuestros religiosos.  Es una tarea para vosotros, para el pueblo. Poseéis la inteligencia, los ojos, los oídos para salvar a la Iglesia. Vuestra misión es constatar que vuestros sacerdotes actúan como sacerdotes, vuestros obispos como obispos, y vuestros religiosos como religiosos». Nuestra época es un tiempo especial para el laicado, como el Concilio Vaticano II señaló. Los laicos están llamados para comenzar a catequizar y mostrar la belleza, grandeza y singularidad de la Eucaristía. Ciertamente, hombres y mujeres, laicos individuales, familias católicas e incluso grupos parroquiales pueden comenzar a recibir la Santa Comunión arrodillándose y en la boca. También pueden animar a sus sacerdotes a predicar las verdades de la Santa Eucaristía. Hoy el Espiritu Santo ha suscitado un movimiento de laicos que dice: «Protestamos contra la disolución de la fe y la trivialización de la Santa Misa. Lo que observamos no es la fe que siempre y en todas partes nos transmitieron nuestros antepasados». Creo que, con la grave crisis interior de la Iglesia casi sin precedentes, que estamos presenciando hoy, ha llegado la hora de los laicos. Ellos también se sienten responsables de la conservación y defensa de la fe. La verdadera intención y enseñanza del Concilio Vaticano II se está realizando ahora en nuestros días cada vez con más claridad, a través de muchas iniciativas meritorias y valientes de los laicos en defensa de la fe católica.

Quero decir que hay los medios de comunicación católicos como el vuestro Conoce Ama Y Vive Tu Fe, o como LifeSite News, The Remmant, InfoCatolica, Infovaticana, Adelante la Fe y otros que son liderado y apoyados precisamente por laicos y que buscan claridad y el dialogo referente a la actual crisis en la Iglesia. Lamentablemente, hay católicos que acusan a estes medios de comunicación católicos de estar en contra del Papa Francisco y en contra de la Iglesia. Peró es no es verdade. Estes Buenos laicos lo hacen realmente por caridad, porque aman al Papa, aman a la Madre la Iglesia y queren ayudar a los religiosos y laicos, que los siguen, a conocer su fe católica y permanecer fieles a ella en médio de una enorme confusión doctrinal, causada lamentablemente también por los obispos e por el Papa mismo.  Entonces mi cincera gratitud a todos estes laicos que lideram los Buenos medios de comunicación católicos aqui mencionados y otros. Ellos merecem en verdade ya aqui en la tierra la medalla “Pro Ecclesia et Pontifice”, es decir “Por la iglesia y el Pontifice” y recibirán el péremio eterno del Senõr.

Coronavirus y La Iglesia

  • Su Excelencia, ¿cuál es su impresión general de la forma en que la Iglesia ha manejado la epidemia del coronavirus?

Mi impresión general es que la mayoría de los obispos reaccionaron apresuradamente y por pánico al prohibir todas las misas públicas y, aún más incomprensiblemente, el cierre de iglesias. Estos obispos reaccionaron más como burócratas civiles que como pastores. Al concentrarse exclusivamente en todas las medidas de protección higiénica, perdieron una visión sobrenatural y abandonaron la primacía del bien eterno de las almas. Pusieron la importancia del cuerpo por encima de la del alma. Mientras los supermercados estén abiertos y accesibles y mientras las personas tengan acceso al transporte público, no hay una razón plausible para prohibir que las personas asistan a la Santa Misa en una iglesia. Las mismas y mejores medidas de protección higiénica podrían garantizarse en las iglesias. La forma en que la gran parte de los obispos ha manejado la epidemia del coronavirus era una demonstración del clima del naturalismo exasperado que ha reinado en la Iglesia después del Concílio y alcanzó el culmen en nuestros dias.

  • ¿Es legítimo el desafío de la autoridad, particularmente la autoridad eclesial, por parte de los sacerdotes (por ejemplo, si se le dice a un sacerdote que no vaya a visitar a los enfermos y moribundos o que no puede suministrar la comunión en la lengua)? ¿Pueden estar en desacuerdo con sus Obispos?

Si la autoridad prescribe normas que ponen en peligro real la santidad y seguridad del Santísimo Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, no podemos obedecer tales ordenanzas. En el caso de la comunión en la mano, se ha comprobado que pequeñas partículas de la santa hostia se pierden una y otra vez, se adhieren a la palma de la mano, a los dedos y muchas veces caen al suelo y luego son pisoteadas por la gente. No podemos colaborar en la desacralización del Cuerpo santísimo de Cristo, e eso es la comunion en la mano. Cuando la autoridad eclesiástica emite tales normas, entonces excede su autoridad, comete un abuso de su poder y luego, por amor a la Iglesia y al Señor Eucarístico no podemos obedecer.

  • Sus primeros años los pasó en la iglesia subterránea soviética.  ¿Qué idea o perspectiva le gustaría compartir con los fieles laicos que no pueden asistir a Misa y, en algunos casos, ni siquiera pueden pasar tiempo ante el Santísimo Sacramento porque todas las iglesias de su diócesis han sido cerradas o limitadas?

Es bueno practicar la Comunión espiritual. Debemos saludar más a menudo a Jesús, que está presente en todos los tabernáculos del mundo. Debemos anhelar la santa Misa y la Sagrada Comunión. Buscuemos sacerdotes que luego en secreto en nuestras casas u otros lugares adecuados celebran la santa Misa. La atmósfera de las catacumbas también es algo sagrado y grandioso y trae muchas bendiciones, mucho crecimiento en la fe y en el amor de Dios y en la confianza en Dios.

  • ¿Cree que esta pandemia va a propiciar un cambio de paradigma a nivel mundial y va a servir para implantar una agenda mundialista anticatólica?

La situación objetiva de un confinamiento de casi toda la población del planeta es única y esta proporción no tiene precedentes en la historia. El confinamiento radical está mostrando consecuencias desastrosas en el sector de la economía, comparables a las consecuencias debido a una guerra mundial. La economía privada ha sido gravemente dañada. Parece que después de la crisis causada con Covid-19, el estado tendrá más influencia en la dirección de la vida económica y también en la posesión de la propiedad. Existe el peligro de establecer una forma de comunismo de estado. Otra consecuencia nefasta de esta crisis y confinamiento es el evidente y creciente control del estado sobre la vida privada de los ciudadanos. Hay evidencia de declaraciones públicas de políticos en varios países de la introducción de una vacuna obligatoria para todos los ciudadanos. Sin embargo, la consecuencia más dolorosa es la prohibición del culto católico público. Las medidas drásticas de seguridad de la salud son evidentemente desproporcionadas, y esto se compara con la tasa de mortalidad causada por este virus y una fuerte gripe que tuvo lugar periódicamente en los últimos años. No se puede descartar la posibilidad que se imponga a todas las personas de este mundo una vacuna obtenida a partir de células de niños abortados, por lo que se dirá que esta será supuestamente la única vacuna eficaz y que no se permitirán alternativas. Si eso sucediera, que Dios nos libre, entonces el gobierno de élite satánico obligará a todas las personas, incluidos los católicos y la Iglesia, a aceptar la matanza de niños no nacidos o participar en ella a través de esta forma de vacunación. Tal vacunación con células de niños asesinados podría ser el signo apocalíptico de la bestia. Entonces los católicos deben resistir y no poner estos granos de incienso delante del ídolo del aborto. Mejor morir que aceptar en su cuerpo células de niños inocentes asesinados, una tal vacuña seria la marca de la bestia. Sin embargo, Dios siempre nos ayudará y consolará y traerá muchas bendiciones también en una tal situación del mal.

Controversia sobre el verdadero Papa

  • ¿Nos puede hablar sobre la cuestión del verdadero Papa a la luz de la opinión de la pérdida automática del cargo papal por herejía? ¿Francisco sigue siendo Papa?

Sin duda, el Papa Francisco es actualmente el único Papa válido. La teoría de la pérdida automática del papado es solo una teoría y nunca ha sido una enseñanza oficial de la Iglesia. Esta teoría, aunque fue sustentada por un santo Doctor de la Iglesia como San Roberto Bellarmino, sigue siendo una teoría y no es la expresión de un ensino ininterrumpido de los Doctores de la Iglesia o de la Iglesia misma durante dos mil años. Incluso Santo Tomás de Aquino, el mayor Doctor de la Iglesia, ha cometido algunos errores dogmáticos, como por ejemplo quando el ha rechazado la Inmaculada Concepción de María o la sacramentalidad de la ordenación episcopal. No hay un caso histórico de un Papa que haya perdido el papado durante su mandato debido a una herejía o supuesta herejía. La Iglesia, en los muy raros casos concretos de un pontífice que comete graves errores teológicos o herejías, definitivamente podría convivir con un Papa así. La práctica de la Iglesia hasta ahora fue el de dejar el juicio final sobre un Papa herético reinante a sus sucesores o a un futuro Concilio Ecuménico, como en el caso del Papa Honorio I. El Papa obtiene su autoridad directamente de Dios y no de la Iglesia; por lo tanto, la Iglesia no puede deponerlo por ninguna razón. Es un dogma de fe que el Papa no puede proclamar una herejía cuando enseña ex cátedra. Esta es la garantía divina de que las puertas del infierno no prevalecerán contra la cathedra veritatis, que es la Sede Apostólica del Apóstol San Pedro. Si un Papa difunde errores doctrinales o herejías, la estructura divina de la Iglesia ya proporciona un antídoto: la suplencia ministerial de los representantes del episcopado y el invencible sensus fidelium de los fieles. En este tema el factor numérico no es decisivo. Es suficiente que incluso un par de obispos proclamen la integridad de la fe y corrijan así los errores de un Papa herético. Es suficiente que los obispos instruyan y protejan a su rebaño de los errores de un Papa herético y sus sacerdotes y los padres de las familias católicas harán lo mismo. Además, dado que la Iglesia es también una realidad sobrenatural y un misterio, un organismo sobrenatural único, el Cuerpo Místico de Cristo, obispos, sacerdotes y fieles laicos, además de correcciones, apelaciones, profesiones de fe y resistencia pública, necesariamente también tienen que hacer actos de reparación a la Divina Majestad y actos de expiación por los actos heréticos de un Papa. Según la Constitución Dogmática Lumen gentium (cf. n. 12) del Concilio Vaticano II, el cuerpo entero de los fieles no puede equivocarse cuando cree, cuando desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres. Incluso si un Papa está difundiendo errores teológicos y herejías, la Fe de la Iglesia en su conjunto permanecerá intacta debido a la promesa de Cristo con respecto a la asistencia especial y la presencia permanente del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, en Su Iglesia (ver Juan 14: 17; 1 Juan 2: 27). La teoría u opinión de la pérdida del cargo papal por deposición o declaración de la pérdida ipso facto implícitamente identifica al Papa con toda la Iglesia o manifiesta la actitud malsana de un Papa-centrismo, o, en última instancia, de una papolatria. Por último los representantes de tal opinión (especialmente algunos santos) fueron aquellos que manifestaron un exagerado ultramontanismo o Papa-centrismo, convirtiendo al Papa en una especie de semi-dios, que no puede cometer ningún error, ni siquiera en el ámbito fuera del objeto de la infalibilidad papal. Por lo tanto, un Papa que comete errores doctrinales, que teóricamente y lógicamente incluye también la posibilidad de cometer el error doctrinal más grave, es decir, una herejía, es para los seguidores de esa opinión insoportable o impensable, incluso si se trata de errores fuera del ámbito de la infalibilidad papal. La teoría u opinión teológica que permite la deposición de un Papa herético o la pérdida de su cargo ipso facto por herejía es en la práctica inviable. Si se aplicara en la práctica, se crearía una situación similar a la del Gran Cisma, que la Iglesia ya experimentó desastrosamente a fines del siglo catorce y principios del quince. De hecho, siempre habrá una parte del colegio cardenalicio y una parte considerable del episcopado del mundo y también de los fieles que no estarán de acuerdo en clasificar un error papal (o errores) concreto como herejía (o herejías) y, en consecuencia, seguirán considerando al Papa actual como el único Papa legítimo. Un cisma formal, con dos o más pretendientes al trono papal, que sería una consecuencia inevitable de una deposición de un Papa, necesariamente causará más daño a la Iglesia en su conjunto que un período relativamente corto y muy raro en que un Papa difunde errores doctrinales o herejías. La situación de un Papa herético siempre será relativamente corta en comparación con los dos mil años de la existencia de la Iglesia. Uno tiene que dejar este caso raro y delicado a la intervención de la Divina Providencia. El intento de deponer a un Papa herético a cualquier costo es un signo de un comportamiento demasiado humano, que en última instancia refleja una falta de voluntad para soportar la cruz temporal de un Papa herético. Tal vez también refleja la emoción demasiado humana de la ira. En cualquier caso, ofrece una solución demasiado humana, y como tal es algo similar a una actitud política. La Iglesia y el Papado son realidades que no son puramente humanas, sino también divinas. La cruz de un Papa herético, incluso cuando tiene una duración limitada, es la mayor cruz imaginable para toda la Iglesia. La deposición de un Papa herético finalmente fomentará la herejía del conciliarismo, el sedevacantismo y una actitud mental similar a la que caracteriza a una comunidad puramente humana o política. También fomentará una mentalidad similar al separatismo del mundo protestante o al autocefalismo de la comunidad de las iglesias ortodoxas. Uno puede imaginar que en el futuro la autoridad suprema de la Iglesia (el Papa o un Concilio Ecuménico) podría estipular las siguientes normas canónicas vinculantes o similares para el caso de un Papa herético o un Papa manifiestamente heterodoxo:

  1. Un Papa no puede ser depuesto en ninguna forma y por cualquier razón, ni siquiera por la herejía.
  2. Todo Papa recién elegido al entrar en su cargo está obligado en virtud de su ministerio como el maestro supremo de la Iglesia a prestar el juramento de proteger a todo el rebaño de Cristo de los peligros de las herejías y evitar en sus palabras y hechos cualquier apariencia de herejía en el cumplimiento de su deber de fortalecer en la fe a todos los pastores y fieles.
  3. Un Papa que está propagando errores teológicos obvios o herejías o ayudando en la propagación de las herejías por sus acciones y omisiones debe ser corregido obligatoriamente de forma fraterna y privada por el Decano del Colegio de Cardenales.
  4. Después de fracasar las correcciones privadas, el Decano del Colegio de Cardenales está obligado a hacer pública su corrección.
  5. Junto con la corrección pública, el Decano del Colegio de Cardenales debe hacer un llamado a la oración por el Papa para que recupere la fuerza para confirmar sin ambigüedades a toda la Iglesia en la Fe.
  6. Al mismo tiempo, el Decano del Colegio Cardenalicio debería publicar una fórmula de Profesión de Fe, en la que se rechacen los errores teológicos que el Papa enseña o tolera (sin nombrar necesariamente al Papa).
  7. Si el Decano del Colegio de Cardenales omite o no realiza la corrección, el llamado a la oración y la publicación de una Profesión de Fe, cualquier cardenal, obispo o un grupo de obispos debe hacerlo y, si es que los cardenales y los obispos omiten o no lo hacen, cualquier miembro de los fieles católicos o cualquier grupo de fieles católicos deben hacerlo.
  8. El Decano del Colegio de Cardenales o un cardenal, un obispo o un grupo de obispos, un católico fiel o un grupo de fieles católicos que hicieron la corrección, apelaron a la oración, y la publicación de la Profesión de Fe no puede ser sujeto a sanciones canónicas o castigos, o ser acusados de falta de respeto hacia el Papa por este motivo.

Es más seguro y conforme a una visión más sobrenatural de la Iglesia no deponer a un Papa herético. Procediendo de este modo, con sus contramedidas prácticas y concretas, en ningún caso significa pasividad o colaboración con los errores Papales, sino un compromiso muy activo y una verdadera compasión con la Iglesia, que, en el tiempo de un Papa herético o semi-herético, experimenta sus horas de Gólgota. Cuanto más un Papa difunda ambigüedades doctrinales, errores o incluso herejías, más luminosamente brillará la Fe Católica pura de los más pequeños en la Iglesia: La Fe de los niños inocentes, de las hermanas religiosas, la Fe, especialmente de las gemas ocultas de la Iglesia, las monjas de clausura, la fe de fieles laicos heroicos y virtuosos de todas las condiciones sociales, la fe de sacerdotes y obispos individuales. Esta llama pura de la fe católica, a menudo alimentada por sacrificios y actos de expiación, arderá más que la cobardía, la infidelidad, la rigidez espiritual y la ceguera de un Papa herético. La Iglesia tiene un carácter tan divino que puede existir y vivir por un período limitado de tiempo, a pesar de un Papa herético reinante, precisamente por la verdad de que el Papa no es sinónimo o idéntico a la Iglesia. La Iglesia tiene un carácter tan divino que incluso un Papa herético no puede destruirla, aunque dañe gravemente la vida de la Iglesia, pero su acción tiene una duración limitada. La Fe de toda la Iglesia es mayor y más fuerte que los errores de un Papa herético y esta Fe no puede ser derrotada, ni siquiera por un Papa herético. La roca verdadera sobre la que reside la indestructibilidad de la fe y la santidad de la Iglesia es Cristo mismo. La salud doctrinal y moral de la Iglesia no depende exclusivamente del Papa, ya que por ley divina la salud doctrinal y moral de la Iglesia está garantizada en situaciones extraordinarias de un Papa herético por la fidelidad de la enseñanza de los obispos y, en última instancia, también por la fidelidad de la totalidad de los fieles laicos. La salud moral y doctrinal de la Iglesia no depende en tal medida de los errores doctrinales relativamente cortos de un solo Papa que deje vacante a la Sede Papal. Como la Iglesia puede soportar un tiempo sin Papa, como ya ocurrió en la Historia por un período de incluso varios años, la Iglesia es tan fuerte por la constitución divina que también puede suportar a un Papa herético de corta duración. El acto de deposición de un Papa por herejía o declarar vacante su cátedra por pérdida del papado ipso facto por herejía, sería una novedad revolucionaria en la vida de la Iglesia, y tiene que ver con un tema muy importante de la constitución y la vida de la Iglesia. Uno tiene que seguir en un asunto tan delicado, incluso si es de naturaleza práctica y no estrictamente doctrinal, el modo más seguro (via tutior) del sentido perenne de la Iglesia.

  • ¿Nos podría hablar de las especulaciones sobre la invalida renuncia de Benedicto XVI?

Las especulaciones sobre la invalida renuncia de Benedicto XVI son básicamente la expresión de un positivismo jurídico exagerado y un sofisma jurídico. El principio rector más seguro en la cuestión crucial para la vida de la Iglesia en cuanto a la validez del papado del Papa Francisco, debería ser la práctica imperante en la historia de la Iglesia, con la que se resolvieron casos de renuncias o elecciones papales presuntamente inválidas. En esta práctica predominante se mostró el sensus perennis ecclesiae. El principio de legalidad aplicado ad litteram o el del positivismo jurídico no fue considerado en la gran práctica de la Iglesia como un principio absoluto, ya que la legislación de la elección papal es solo una ley humana (positiva) y no una ley divina (revelada). La ley humana que regula la asunción del oficio papal o la abdicación del oficio papal debe subordinarse al bien mayor de toda la Iglesia, que en este caso es la existencia real de la cabeza visible de la Iglesia y la certeza de este existencia para todo el cuerpo de la Iglesia, clero y fieles. Esta existencia visible de la cabeza y la certeza sobre ella son requeridas por la propia naturaleza de la Iglesia. La Iglesia universal no puede existir durante un tiempo considerable sin un Supremo Pastor visible, sin el sucesor de Pedro, ya que la actividad vital de la Iglesia universal depende de su cabeza visible, como p. ej. el nombramiento de obispos diocesanos y cardenales, nombramientos que requieren la existencia de un Papa válido. A su vez, el bien espiritual de los fieles depende de un nombramiento válido de un obispo, ya que en el caso de un nombramiento episcopal inválido (debido a un Papa presuntamente inválido), los sacerdotes carecerían de jurisdicción pastoral (confesión, matrimonio). De esto también dependen las dispensaciones que sólo el Romano Pontífice puede conceder, y también las indulgencias, todo esto para el bien espiritual y la salvación eterna de las almas. La aceptación de la posibilidad de un tiempo excessivamente prolongado de vacancia de la Santa Sede (sedisvacantia papalis) conduce fácilmente al espíritu de sedevacantismo, que en última instancia constituye una especie de fenómeno sectario y cuasi-herético que ha aparecido en los últimos sesenta años debido a a los problemas con el Vaticano II y los papas conciliares y posconciliares. Aquellos que todavía consideran al Benedicto XVI como el Papa válido no son fundamentalmente diferentes de los sedevacantistas. Guiada por el principio verdaderamente realista e eclesial, el instinto de la Iglesia ha aplicado también el principio del supplet ecclesia o la sanatio in radice en caso de dudas sobre una renuncia o una elección pontificia. Concretamente, la sanatio in radice de una elección pontificia inválida se expresó en la aceptación pacífica y moralmente universal del nuevo Pontífice por parte del episcopado y del pueblo católico, por el mismo hecho de que este Pontífice electo (presuntamente inválido) fue nombrado en el Canon de la Misa prácticamente por todo el clero católico. La hipótesis de la renuncia inválida de Benedicto XVI y, por tanto, de la invalidez del papado de Francisco, se presenta propiamente como un callejón sin salida. Durante siete años la Sede Apostólica habría estado vacante de facto, ya que Benedicto XVI no hizo ningún acto de gobierno, ningún nombramiento episcopal o cardenalicio, ningún acto de dispensa, de indulgencias, etc. Por ello, la Iglesia universal quedaría paralizada en su aspecto visible. Tal suposición equivaldría en la práctica a la actitud del sedevacantismo. En los últimos siete años todos los nombramientos de nuncios apostólicos, obispos diocesanos y cardenales, todas las dispensaciones pontificias, las indulgencias concedidas y utilizadas por los fieles serían nulas y sin efecto, con todas las consecuencias nocivas para el bien espiritual de las almas (obispos ilegítimos, jurisdicciones episcopales inválidas, etc.). Todos los cardenales nominados por el Papa Francisco serían inválidos, es decir, y esto se aplicaría a la mayor parte del actual colegio cardenalicio. La persona que fue Papa Benedicto XVI aún podría vivir varios años, y mientras tanto todos los cardenales nombrados por Juan Pablo II y Benedicto XVI morirían, por lo tanto el colegio cardenalicio estaría compuesto solo por cardenales nombrados por el Papa Francisco, por lo tanto ellos serían no cardenales según la teoría del pontificado inválido de Francisco, por lo tanto ya no habría un colegio de cardenales, y por lo tanto no habría electores válidos, que pudieran proceder a una nueva elección pontificia. La ley que dice que los cardenales son los únicos electores válidos del Papa ha estado en vigor desde el siglo once y fue sancionada por el Romano Pontífice, por lo que solo un Romano Pontífice es competente para cambiar la ley de la elección pontificia y sancionar un Regla que permitiría tener otros electores excepto los cardenales. Si se siguiera la teoría del pontificado inválido de Francisco, en el hipotético pero factible caso presentado, cuando todos los cardenales nombrados antes del Papa Francisco morirían y también moriría el ex Papa Benedicto XVI, no sería posible elegir válidamente a un nuevo Pontífice. La Iglesia estaría en un callejón sin salida. La hipótesis que dice que Benedicto XVI sigue siendo el único Papa válido, y por lo tanto el Papa Francisco sería un Papa inválido, contradice no solo la práctica probada y razonable de la gran tradición de la Iglesia, sino también simplemente el sentido común. Además, en este caso se absolutiza el aspecto de legalidad, es decir, del derecho humano (las normas de renuncia y elección pontificia) en detrimento del bien de las almas, ya que se crea la situación de incertidumbre sobre la validez de los actos de gobierno de la Iglesia y con éste va en contra de la naturaleza visible de la Iglesia, luego se acerca implícitamente a la mentalidad del sedevacantismo. El camino más seguro (via tutior) y el ejemplo de la práctica constante de la gran tradición de la Iglesia deben seguirse también en nuestro caso presente. El timón del barco de la Iglesia sostiene al Señor en sus manos, incluso en situaciones de tormentas más fuertes, como por ejemplo en una época de un Papa doctrinalmente ambiguo y sumamente negligente. Tales tormentas son relativamente breves en comparación con otras grandes crisis durante los dos mil años de existencia de la Iglesia militante.

 +++ Monseñor Athanasius Schneider 31 de octubre de 2020

https://youtu.be/ZbH6Sqsru9s

Texto de la Entrevista al Monseñor Athanasius Schneider realizada por Luis Roman- Parte I