≡ Menu

Adam y Eva ¿cómo fue posible que pecaran?

Suscribete
Suscribete
Siguenos
Twitter
Visit Us
Follow Me
RSS

Habiendo sido creados nuestros primeros padres en un estado de gracia, santidad y perfección ¿cómo fue posible que pecaran?

Como espejos sin mancha, Adán y Eva fueron creados con perfecta inocencia, a la imagen de su Creador Dios.

Por un don sobrenatural de la gracia, tenían la razón sometida a Dios, la voluntad a la razón, y el cuerpo al alma. En consecuencia, disfrutaban una vida íntegra, inmortal e impasible. Ni la muerte, ni las enfermedades tenían acción sobre el hombre.

Nos dice Santo Tomas de Aquino que, mediante la sumisión de las fuerzas inferiores a la razón, reinaba en el hombre una tranquilidad completa de espíritu, porque la razón humana, en nada era perturbada por las pasiones desordenadas. Por lo mismo que la voluntad del hombre estaba sometida a Dios, el hombre lo refería todo a Dios como a fin último, en que consistían la justicia y la inocencia”. 1

Dios les impuso un precepto fácil de cumplir: “Del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día en que comas de él, tendrás que morir” (Genesis 2: 17).

Ese fruto no era malo en sí mismo. La finalidad de la prohibición, era acostumbrar al hombre, a la saludable sumisión a su Creador. Se trataba, por tanto, de una sencilla prueba de obediencia. Y en el estado de justicia, en el que el cuerpo se encuentra sometido a la razón y el alma a Dios, Adán y Eva no tenían flaqueza alguna. En ellos no existían, malas inclinaciones o apetitos desordenados, que pudiesen moverlos a romper su propósito de obedecer a Dios.

¿Cómo pudieron nuestros primeros padres desobedecer a Dios? Eva nos da la repuesta “La serpiente me sedujo” (Génesis 3: 13)

Ninguna persona en el estado de inocencia original podía ser engañada. Es posible que le faltara alguna perfección o conocimiento, pero esto no llegaría a ser un mal para ella. Juzgar incorrectamente sobre alguna cosa, significaría un defecto incompatible, con ese estado tan elevado de perfección. Mientras permaneciera la inocencia en el hombre, éste podía ignorar una verdad, pero sería imposible que se engañase, al aceptar algo falso como verdadero. Nos dice Tomas de Aquino. 2

Aunque no hayamos considerado la causa más profunda, por la cual nuestros primeros padres cayeron en la tentación, se habría aclarado el problema central de este artículo con un, “NO es posible que hayan sido engañados por la serpiente”.

Pero San Pablo en su primera epístola a Timoteo, parece contradecir lo que acabamos de ver: “Adán no fue engañado; en cambio, la mujer, habiendo sido engañada, incurrió en transgresión” (1 Timoteo 2: 14).

 Según nos lo explica Santo Tomás, un primer deseo desordenado en Adán y Eva, fue la raíz más profunda del pecado original. Ese movimiento interior, no podía ser el apetito de un bien material. Al no haber en ellos flaqueza o perturbación corporal, ninguna inclinación de la sensibilidad podía apartarlos de Dios. Tan sólo el anhelo desordenado de un bien espiritual, como una mayor dignidad o sabiduría, podía romperles el vínculo con el Creador. Y eso es, señala el Doctor Angélico, propio del vicio de la soberbia.3

“La soberbia precede a la ruina; el orgullo, a la caída” (Proverbios 16: 18)

Así como el robo de una gran fortuna revela el delito concebido y planeado en la mente del ladrón, la transgresión del precepto divino manifiesta la soberbia con la que Adán y Eva prevaricaron antes, en el fondo de sus almas.

“No procuraban de forma inmediata ofender a Dios o rebelarse contra Él, sino que, a causa de la búsqueda desordenada de su propia excelencia y elevación, se desviaron de su rectitud original e incurrieron en abierta desobediencia”. Nos comenta San Agustín. 4

De estos principios se deduce fácilmente la razón, por la que Eva fue engañada por el demonio. Habiendo perdido el estado de inocencia, por el pecado interior de soberbia, las tinieblas del error podían invadir y oscurecer su entendimiento.

Así lo explica Santo Tomás: “La seducción de la mujer, aunque precedió al pecado de obra, fue posterior al pecado de presunción interna. Pues dice Agustín: ‘La mujer no hubiera dado crédito a las palabras de la serpiente si en su mente no hubiera existido, ya antes, el amor a la propia potestad y cierta estimación presuntuosa de sí misma’”.5

Esta explicación brilla por su claridad. Pero, aún se podría plantear el siguiente problema: si el pecado interior de Eva, precedió a la transgresión del precepto divino, ¿habría prevaricado mucho antes de ser tentada por la serpiente? ¿Por qué motivo, entonces, no fue castigada y expulsada antes del Paraíso? La respuesta es simple: el pecado interior de Eva ocurrió después de la tentación del demonio; y, una vez que perdió la integridad original, creyó en las palabras de la serpiente y cometió el pecado exterior de desobediencia.6

“Por un hombre entró el pecado en el mundo” (Romanos 5: 12)

En el caso de Adán, fueron dos las causas que desviaron su voluntad del estado de rectitud e inocencia. La principal sólo podía ser el anhelo desordenado de un bien espiritual, un pecado de soberbia, como el de Eva. Pero a diferencia de ella, Adán sólo se dejó atraer —no iludir— por las palabras de la serpiente.7

La segunda causa de Adán, fue resultado de la anterior. Tras perder la justicia original y romper el vínculo de su alma con Dios, todavía quiso mostrarse complaciente con Eva, como indica el santo obispo de Hipona: “No en vano dijo el Apóstol: ‘Adán no fue engañado, la mujer fue la engañada’ (cf. 1 Timoteo 2, 14), porque ella tomó como verdadero lo que le dijo la serpiente, y él no quiso apartarse de su única consorte ni en la participación del pecado. Mas no por eso fue menos reo y culpable, sino que, sabiéndolo y viéndolo, pecó; y así NO dice San Pablo ‘no pecó’, sino ‘no fue engañado’”.9

La raíz más profunda del pecado original, por consiguiente, fue la soberbia: “Porque principio de la soberbia es el pecado, y quien se entrega a ella, hace llover abominación. A la transgresión del precepto divino, le siguió la difícil situación en la que estamos, pues destruida la sumisión del alma a Dios, desapareció la sujeción de la voluntad a la razón y del cuerpo al alma. El resto, incluso todos los problemas y crímenes de los que somos testigos hoy día, es una consecuencia y prueba de esto.

Concluye San Agustín, nuestros primeros padres quisieron robar la divinidad y perdieron la felicidad: “Rapere voluerunt divinitatem, perdiderunt felicitatem”.10

 

Publicado 2012/11/30
Autor : P. Rodrigo Alonso Solera Lacayo, EP

Editado por : Luis Roman 5-23-2018

Referencias:

1 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Compendium theologiæ . l. 1, c. 186.
2 Cf. SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica . I, q. 94, a. 4.
3 Cf. Ídem. II-II, q. 163, a. 1.
4 Así lo expone SAN AGUSTÍN, el águila de Hipona: “No se ha de pensar que el tentador hubiese podido derribar al hombre, a no ser que anteriormente hubiera tenido asiento en el alma del hombre cierta oculta soberbia, que debía reprimir” ( De Genesi ad litteram, 11, 5).
5 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica . I, q. 94, a. 4, ad. 1.
6 Cf. Ídem. II-II, q. 163, a. 1, ad. 4.
7 Explica el Doctor Angélico: El hombre “no fue seducido como la mujer hasta llegar a creer en las palabras del demonio contra las palabras de Dios. En efecto: no podía comprender que Dios le hubiese amenazado falsamente y prohibido sin razón una cosa útil. El hombre fue seducido por la promesa del demonio, aspirando indebidamente a la elevación y a la ciencia” ( Compendium theologiæ , c. 191).
8 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. II-II, q. 163, a. 4.
9 SAN AGUSTÍN. De civitate Dei , XIV, 11, 2.
10 Ídem. Enarrationes in Psalmos , 68, 9.