En San Mateo 10,1-7 Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Estos poderes, según estos versículos fueron dados solo a los apóstoles. En nuestro lenguaje moderno, nos preguntaríamos y a qué precio Jesus les entregó estos poderes. La verdad es que el precio lo pago ÉL mismo, pero los apóstoles tuvieron que dejar todo por Jesus.
Es muy difícil para ti y para mi entender esta idea, pero esta es la razón por la cual fuimos creados. Fuimos creados para ser instrumentos del Señor.
El que no sirve no vive. Nacimos para servir, pero para servir a Dios. Todos le servimos algún señor. La pregunta es a que señor le estas sirviendo. El llamando a abandonarlo todo, no se refiere a dejar tus obligaciones, pero sí a no tenerlas en primer lugar. Se refiere a no usar tus prioridades como excusas, para no poder servirle al reino de Dios. Abandonarlo todo es sinónimo de Fe en Dios y es alcanzar el verdadero propósito para lo que fuimos creados. La humanidad fue creada para conocer, servir y amar a Dios. Realmente nuestra existencia es un premio, porque no hay más grande privilegio que poder participar en el amor de Dios a través de su creación.
Dios nos creó por amor y nos creó vacíos, para que siempre tengamos la oportunidad de llenarnos de su Espíritu Santo y de su amor. El hombre en cambio, se ha hecho grande así mismo olvidándose de Dios y por consecuencia no alcanza la felicidad. Su frustración lo ha llevado a una oscuridad, en donde ni siquiera se conoce a si mismo. Buscando una falsa libertad, se encuentra esclavizados de los vicios y las cosas terrenales. En vez de que lo creado le sirva al hombre, ahora el hombre trabaja para la creación.
Fuimos creados para grandes cosas. El creador no puede ser menos que su creación. Al mirarnos podemos entender cuán grande es Dios, pero también debemos observar que si podemos crear cosas que pueden perdurar más tiempo que nuestras vidas aquí en la tierra, debe de haber entonces una forma de poder conservar o continuar nuestra vida por la eternidad después de la Tierra. La respuesta es Dios y el vivir para lo que fuimos creado. Para poder llenarnos de su amor y así poder brindar amor, tenemos que vaciarnos y abandonarlo todo. Preocúpate por mis cosas que yo me preocupare por las tuyas nos da a entender el Señor (Mateo 6:25-34). No va a hacer fácil, pero con la ayuda de Él y de su Iglesia llegaremos al a gloria celestial. ¡Abandónalo todo y abandónate a su amor!
San Jerónimo escribió lo siguiente: Hemos recibido más de lo que hemos dado; dejamos pequeñas cosas y encontramos bienes inmensos. Cristo devuelve cien veces más de lo que se hace por él: “Si quieres ser perfecto, ves, vende todo lo que tienes y da a los pobres el precio de lo vendido. Después, ven y sígueme”. “Si quiere ser perfecto” –las grandes cosas siempre las escogemos libremente. Es por eso que el apóstol no hace un precepto de la virginidad (1 Corintios 7), porque Jesús ha dicho: “¡La observa el que puede! Es un don que viene de la misericordia de Dios” (Mateo 19,12). “Si quieres ser perfecto”; nadie lo impone a fin de que el sacrificio sea voluntario y el mérito, mayor. Y, sin embargo, para llegar a la perfección no se trata simplemente de menospreciar las riquezas y dar los propios bienes, de liberarse de lo que se puede perder o adquirir en un momento. Esto es lo que han hecho los filósofos; un cristiano debe hacer más que ellos. No basta con dejar los bienes terrestres, es necesario seguir a Cristo. Pero ¿qué es seguir a Cristo? Es renunciar a todo pecado y adherirse a todo lo que es virtud. Cristo es la Sabiduría eterna, es este tesoro que se encuentra en un campo (Mateo 13,44), en el campo de la Santas Escrituras. Es la perla preciosa por la cual es preciso sacrificar a otras muchas (Mateo 13,46). Todavía más, Cristo es la santidad, la santidad sin la cual nadie verá el rostro de Dios. Cristo es nuestra redención, nuestro redentor; es nuestro rescate (1Timoteo 2,6). Cristo lo es todo: así pues, el que acepte dejarlo todo por él, todo lo encontrará en él. Éste podrá decir: “El Señor es el lote de mi heredad y mi copa” (salmo 15,5) … No deis solamente vuestro dinero si queréis seguir a Cristo. Daos vosotros mismos a él; imitad al Hijo del Hombre que no ha venido para ser servido, sino para servir (Marcos 10,45). Carta (Trad. ©Evangelizo.org)
En Cristo; Luis Román
¡Santa Maria Ora Pro Nobis!
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