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Las oraciones a San Miguel Arcángel por la Iglesia

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En el siglo 19 la Iglesia comenzó a rezar unas oraciones especiales justo al finalizar cada Santa Misa.  Algunos las llamaban súplicas añadidas en tiempos de tribulación; en otras palabras, eran oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia, en las que se pedía también la participación del pueblo, y que por eso se rezaban con los feligreses en su lengua natal. Suena como algo que necesitamos hoy; especialmente en estos tiempos de corrupción y escándalos sexuales entre el clero a nivel mundial y hasta en el vaticano. El Papa León XIII, en 1886 introdujo la invocación del Arcángel San Miguel. No se trata de una nueva oración, sino de una invocación aislada, con carácter de exorcismo, original de la liturgia romana.(Jungmann, Josef, El Sacrificio de la Misa, BAC página 1026)

Las palabras del principio de la invocación se encuentran en el verso aleluyático de las misas del arcángel San Miguel, que se celbran todos los 8 de mayo y  29 de septiembre (Fiesta de los Santos Arcangeles)  contra una leyenda que se iba formando acerca del origen de esta invocación, se dirige Bers (Die Gebete nach hl. Messe: “Theol.-prakt. Quartalschrift”, 87[1934] 161-163 – Con todo, recuerdo que don Francisco Brehm, consejero eclesiástico de la editorial litúrgica Fr. Pustetd (Ratisbona), recién vuelto de un viaje de Roma, nos contó, hacia el año 1928, que en una sesión para la Sagrada Congregación de Ritos en que se trataba de derogar estas oraciones, y a la que él asistió, cuando ya todos estaban de acuerdo para suprimirlas, un anciano cardenal, cuyo nombre no recuerdo, se levantó para contar que el mismo León XIII le había dicho que la invocación de San Miguel la había añadido contra la amenaza de la francmasonería, movido a ello por una revelación sobrenatural. (N del T)

“La ordenación de las súplicas finales por León XIII fue publicada por primera vez en el Monitore eccesiastico (1885-87) p. 150 s; cf I. Piazzoni, De precibus post Missam imperatis: “Eph. Liturg.”, 69 (1955) 54-60. Aquí también hay pormenores sobre la invocación de San Miguel Arcángel (58 n.9) – Como es sabido Pío XI, y luego Pío XII señalaron como intención de estas preces rogar por Rusia (Act. Ap. Sedis, 22 [1930] 301; 44 [1952] 308.

Oración a San Miguel Arcángel del papa León XII

Esta corta oración es la que se rezaba después de misa hasta que las reformas del Concilio Vaticano II cambiaron la liturgia. Tengo el honor de asistir a una parroquia muy tradicional y siempre recitamos esta oración después de cada Misa todos los Domingos.

San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra las maldades e insidias del demonio. Se nuestra ayuda, te rogamos suplicantes. ¡Que el Señor nos lo conceda! Y tú, príncipe de las milicias celestiales, con el poder que te viene de Dios arroja en el infierno a Satanás y a los otros espíritus malignos que ambulan por el mundo para la perdición de las almas.

Oración a San Miguel
(León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)
¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo.

Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.

Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén

– He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta ti.

Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén
En Cristo Luis Roman

¡Santa Maria ora pro nobis!

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