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La Misa de todos los siglos

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En esencia el sacrificio de La Santa Misa ha sido el mismo desde el principio del cristianismo. Aunque no podemos negar, que ha cambiado la forma en que se presenta la oración más importante que podemos ofrecer al Padre, en el nombre del Hijo, a través del Espíritu Santo. Especialmente después del Concilio Vaticano II los cambios fueron muy palpables. Por esto algunas personas le llaman a la forma extraordinaria del rito latino “la Misa vieja” y al Rito ordinario o Novus ordo “la Misa nueva”; esta fue establecida por Pablo XVI en los sesenta. No voy a entrar en el debate de si son correctas las nuevas formas, pero si me gustaría decir que la nueva misa ha permitido que muchos católicos no entiendan el verdadero sentido de la Santa Misa y cada día podemos observar esto, en la falta de reverencia y en la forma de actuar y tal vez hasta de vestir de muchos dentro del templo, cuando estan delante del tabernáculo; que es donde esta Cristo guardado para nosotros.

Lo siguiente, es un fragmento del catecismo de la Iglesia Católica, citando a San Justino en el segundo siglo; él está describiendo lo que hacían los primeros cristianos. Las similitudes con lo que en esencia hacemos nosotros hoy son impresionantes.

1345 Desde el siglo II, según el testimonio de san Justino mártir, tenemos las grandes líneas del desarrollo de la celebración eucarística. Estas han permanecido invariables hasta nuestros días a través de la diversidad de tradiciones rituales litúrgicas. He aquí lo que el santo escribe, hacia el año 155, para explicar al emperador pagano Antonino Pío (138-161) lo que hacen los cristianos:

«El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo.
Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como es posible.
Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas.
Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros […] (San Justino, Apologia, 1, 67) y por todos los demás donde quiera que estén, […] a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna.
Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros.
Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados.
El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones.
Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias, todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén.
[…] Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua “eucaristizados” y los llevan a los ausentes» (San Justino, Apologia, 1, 65).

1346 La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica:

— la reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;

— la liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria y la comunión.

Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarística constituyen juntas “un solo acto de culto” (SC56); en efecto, la mesa preparada para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor (cf. DV 21).

1347 ¿No se advierte aquí el mismo dinamismo del banquete pascual de Jesús resucitado con sus discípulos? En el camino les explicaba las Escrituras, luego, sentándose a la mesa con ellos, “tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio” (cf Lc 24, 30; cf. Lc 24, 13- 35).

En Cristo, Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro nobis!