¿Sabías que la “identidad romana” de la Iglesia del Nuevo Testamento se predijo en el Antiguo Testamento? Si entendemos a los profetas del antiguo testamento, veremos que la Iglesia de Jesucristo tiene que ser “romana” o estar en Roma.
Primero, me gustaría mencionar que no es accidente, que San Pedro el primer papa sufriera su martirio en Roma. Que San Pablo, el otro pilar de la Iglesia, también viviera sus últimos años en Roma y que él al igual que san Pedro, fuera también martirizado en Roma. El libro de los Hechos de los Apóstoles, nos muestra exactamente esto, comenzando con el nacimiento de la Iglesia en la fiesta de Pentecostés en Jerusalén; cuando el Espíritu Santo descendió sobre Santa Maria y los Apóstoles, y finalizando con la entrada de san Pablo a nada más y a nada menos que a Roma. San Lucas el autor del libro de los hechos de los apóstoles, también nos muestra como la Iglesia comenzó en Jerusalén y se comenzó a expandir a todo el mundo conocido desde Roma. También gran parte de las cartas de san Pablo fueron escritas desde Roma, y no puedo dejar de mencionar que los restos de estos dos grandes apóstoles están localizados allí.
Así que desde el primer siglo, Roma ha sido crucial e importante para el cristianismo. Pero, algunos estudiosos podrán buscar otras razones para que haya sido en Roma o para poder explicar porque estos grandes hombres murieron allá. Tal vez podrán decir que Roma era la capital del mundo y es por esto que murieron en este lugar. También dirán que es solo por su pasado histórico que la Iglesia es Romana.
En este artículo quisiera responder la siguiente pregunta: ¿Sera posible que Dios ya tenía en su plan que su Iglesia fuera Romana? La respuesta es Sí
La providencia de Dios es inexplicable y poderosa, además toda la evidencia muestra a la Iglesia siempre siendo Romana; pero esto se relaciona aún más con una visión encontrada en el segundo capítulo del libro de Daniel. Sí leíste el bien, he dicho el libro de Daniel en el antiguo testamento. Este capítulo describe un sueño de Nabucodonosor sobre una enorme estatua, compuesta por cuatro materiales diferentes. Primero, la cabeza era de oro. En segundo lugar, el pecho y los brazos eran de plata. Tercero, el vientre y los muslos eran de bronce. Cuarto, las piernas y los pies eran de hierro y barro. Según la visión, una piedra será tallada de una montaña sin manos humanas y arrojada a la estatua. Esta pequeña roca se estrella contra los pies de hierro y barro de la estatua, lo que hace que toda la estatua se desmorone. Entonces la pequeña roca se convierte en una gran montaña y llena toda la tierra.
Daniel interpretó el sueño de la siguiente manera. Primero, la cabeza de oro era Nabucodonosor y su Imperio babilónico. Luego, un reino inferior seguiría al Imperio Babilónico, ya que la plata es inferior al oro. Entonces, un tercer reino surgiría inferior al segundo reino, ya que el bronce es inferior a la plata. Finalmente surgiría un cuarto reino que era diferente a los tres anteriores. En cuanto a la pequeña roca sin cortar arrojada desde el cielo, Daniel explica:
“En tiempos de estos reyes, Dios hará surgir un Reino que jamás será destruido. Este Reino no pasará a otras manos, sino que pulverizará y destruirá a todos estos reinos y él permanecerá eternamente. Es el significado de la piedra que has visto desprenderse del monte sin ayuda de ninguna mano y que redujo a polvo el hierro, el bronce, la loza, la plata y el oro. El Dios grande te ha revelado lo que ha de venir. ¿No es cierto que éste fue tu sueño? Entonces puedes estar seguro de la explicación.»”
(Daniel 2: 44-45).
La piedra del cielo en los días del Cuarto Reino significa que “el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será destruido”.
Mirando hacia atrás en el tiempo, entendemos que la profecía corresponde a la siguiente cronología histórica cuando los reinos paganos gobernaron a los judíos:
- Imperio babilónico (587-539 A C)
- Imperio medo-persa (539-331 AC)
- Imperio griego (331-168 A C.)
- Imperio Romano (63 AC-BC. 70)
De hecho, en los días del Cuarto Reino, el Imperio Romano, Dios estableció su Reino Mesiánico:
“Por aquellos días salió un decreto del emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto,” (Lucas 2: 1-6).
También es de conocimiento general que Cristo fue crucificado bajo Poncio Pilato, el gobernador romano de Judea. Desde un punto de vista histórico, vemos que la Roca de las edades se estrelló contra el Imperio Romano. El Reino de Cristo comenzó precisamente cuando Daniel predijo, durante la era del Cuarto Reino, el Reino de Roma.
Es importante señalar aquí, que los Cuatro Reinos de los gentiles también comenzaron a anticipar un Mesías a su manera. Ezequiel y Daniel llamaron al Rey Nabucodonosor de Babilonia “el Rey de reyes” (Ezequiel 26: 7; Daniel 2:37), un título que se le dio posteriormente a Jesucristo. Isaías llamó al rey Ciro de Persia “el Mesías” (Isaías 45: 1), ¡un uso sorprendente del término para un rey gentil! Alejandro Magno de Grecia unió el mundo mediterráneo, se proclamó el “Hijo de Dios” y murió a la edad de treinta y tres años. El gobernante greco-sirio Antíoco IV más tarde gobernó la Tierra Prometida, profanó el Templo y, a su vez, se convirtió en un tipo del Falso Mesías o el Anticristo. Pero fue Roma la que fue el “reino” final y fue heredada por Cristo y sus santos.
Como vemos en Daniel 2, “la soberanía (de Roma) se dejará a otro pueblo” y pasaría por la introducción de una piedra o roca, ¡un Petros o Pedro!
Así que mirando la explicación de la profecía del libro de Daniel, realmente podemos ver la providencia de Dios. Ésta se valió de las carreteras y del sistema postal de los Romanos para propagar la palabra de Dios. Todo esto no sucedió de la noche a la mañana. Tuvieron que pasar más de tres siglos, para que por fin el imperio Romano y por consecuencia una gran parte del mundo conocido, aceptaran a Jesus como su Señor. Han sido grandes batallas internas y externas dentro del cuerpo de Cristo y no todo ha sido perfecto porque este organismo (la Iglesia) ha sido confiada a manos frágiles y pecadoras como las tuyas y las mías. Nuestro Señor quiere que seamos participes de su plan de salvación y ha decidido utilizar a Roma, ya por más de dos milenios, para llevar la buena nueva. Oremos por la Santa Iglesia Católica fundada en el año 33 por Jesucristo en la piedra Pedro.
En Cristo Luis Roman
Santa Maria ora pro nobis
Recursos: La Ciudad Eterna: Roma y los orígenes del catolicismo por Taylor Marshall