Nos encontramos en Adviento y seguramente no hemos podido dejar de pensar en el día en el que nos encontraremos de frente con nuestro Dios. San Jerónimo dice que aquellos que no quisieron creer en el Señor, preferirán estar en el infierno en ese día, porque estar delante del Señor en su presencia será para ellos como fuego que los quema.
¿Estaremos listo para ese momento? Nosotros hemos sido creados para morir y ese instante es la razón por la cual hemos vivido nuestras vidas. San Pablo en la Carta a los Tesalonicenses capítulo 3 versículo 13 nos dice “Que él (Señor) fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos”.
Así que con preocuparnos y tener sentimientos de desespero o miedo porque moriremos, no nos va ayudar a poder seguir el camino a la santidad. Si leemos lo que san Pablo nos dice en ésta carta, entenderemos que es Jesus quien nos hará irreprochable. Todo esto ha sido posible porque después del sacrificio de Jesus en la cruz, Dios mira a los que lo siguen y lo único que ve es la gloria de sí mismo reflejada en la persona de Jesus resucitado. Así que no es por nuestro propio esfuerzo que alcanzamos la santidad, sino por la gracia pagada con la sangre de Cristo.
San Pablo continua su carta diciendo; “Por lo demás, hermanos, les rogamos y los exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía. Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús.”
En estas líneas san Pablo nos dice que debemos ser fieles a lo enseñado por él mismo Señor, para que así él nos haga irreprochable delante de Dios. Él es, el único mediador delante de Dios (1 Timoteo 2:5) y es imposible alcanzar la salvación sin su intervención. Es por esto que en Adviento debemos buscar el camino de la fidelidad, la entrega, obediencia y humildad que siguieron Santa Maria, San Jose y Juan Bautista. Ellos dejaron sus intereses para poder así cumplir con la voluntad de Dios. Sigamos su ejemplo para que así la venida de Jesus a nuestras vidas sea una realidad que nos acompañará hasta el día de nuestra muerte.
En Cristo; Luis Roman
Santa Maria ora pro nobis