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¿Cuál es la causa de una blasfemia contra el Espíritu Santo?

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“Les aseguro que todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier blasfemia que profieran. 
Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para siempre”. 
Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu impuro”.
 Marcos 3:22-30

Haciéndose los ignorantes, dicen a Jesus; el autor de tantos prodigios: “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?” (Jn 6,30) Aquí, no pudiendo negar el hecho, lo desprecian malévolamente, reclamando un signo del cielo, como si el signo que acaban de ver no fuera celestial. Y tergiversándolo dicen: “Por el príncipe de los demonios expulsa a los demonios.”     Aquí, amados míos, radica la blasfemia contra el Espíritu Santo, blasfemia que ata a los que una vez han sido seducidos por ella con cadenas de culpabilidad eterna. No se le niega al penitente el perdón de todo si produce frutos de penitencia. (Lc 3,8) Pero, aplastado bajo un peso de malicia, no tiene fuerza de aspirar a esta penitencia que le llama al perdón. Según un inescrutable y justo juicio de Dios, aquel que percibiendo con evidencia en su hermano la gracia de la operación del Espíritu Santo, no pudiéndola negar y, animado por la envidia no teme de tergiversar los hechos y calumniar y atribuir a espíritu maligno lo que sabe perfectamente que viene del Espíritu Santo contra quien atenta, así ofuscado, ciego por su propia malicia, ya no puede querer la penitencia que le obtendría el perdón. ¿Qué hay de más grave que atreverse, por envidia de un hermano que debemos amar como a nosotros mismos, blasfemar de la bondad de Dios que debemos amar más que a nosotros mismos e insultar la majestad de Dios desacreditando a un hermano? 


Isaac de Stella Sermón 39, 2-6; SC 207 

Que tristeza para Dios, cuando vemos la obra de Él, en otros hermanos y comenzamos a ver la humanidad de estos y no podemos aceptar, que el Espíritu Santo utilize las almas humildes para hacer su obra. Siempre queremos ser los protagonistas y buscamos cualquier razón para justificar este deseo.

La envidia por las obras de Dios manifestadas en los demás, es un pecado contra el Espíritu Santo; porque le estamos tratando de robar la Gloria a Dios. Además, es un acto de apostasía, porque negamos con todo nuestro ser lo que es verdad y es deseo de Dios. La envidia es la causa de la blasfemia contra el Espíritu Santo, porque por culpa de ella, actuamos como si fuéramos Dioses, que podemos saber y reconocer cuando las cosas son divinas o humanas.

Por culpa de la envidia, actuamos como Jueces malos que juzgan a conveniencia y no reconocen lo que es legítimo. Peor aún, ese pecado contra el Espíritu Santo, tiene como raiz a la soberbia misma. La soberbia manifestada, es exactamente lo que hizo Satanás, cuando decidió revelarse contra Dios, pensando que él lo podía hacer todo mejor.

Es pecado contra el Espíritu Santo, el no creer en el poder de Dios a través de sus sacramentos y su Iglesia. Es pecado contra el Espíritu Santo, pensar que alcanzaremos la gloria eterna con nuestros propios esfuerzos y sin necesidad de la Gracia santificante.

La Sagrada Escritura nos dicen: “El que oculta sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará misericordia“(Proverbios 28, 13).

Nunca olvidemos; que no hay nadie como Dios. Nosotros somos sus instrumentos y no, los que escogemos la misión, al contrario; es él, quien la ha preparado para nosotros. Va a ser difícil en algunos momentos, pero debemos aceptar como Dios ha decidido obrar en nuestras vidas y en la de los demás. A través de la humildad no pecaremos contra el Espíritu Santo y haremos su voluntad.

En Cristo, Luis Roman

Santa Maria Ora pro nobis