Las palabras que salen de nosotros, a través de nuestra lengua y nuestros labios, dan a conocer los pensamientos ocultos dentro de nosotros. A través de nuestras palabras, revelamos los secretos del corazón. Algunas veces, estas palabras no contienen literalmente lo que llevamos en nuestro corazón, pero si se les presta atención, se puede conocer verdaderamente que lleva nuestro corazón.
El libro del Eclesiástico 27:6-7 dice; “Los frutos de un árbol mostrarán si fue bien cultivado; de igual modo las palabras de un hombre dan a conocer su fondo. El fruto del árbol indica su cultivo, así la conversación de un hombre revela su corazón. No elogies a una persona mientras no se exprese: esa es la prueba para todo hombre.”
Un corazón que está lleno de basura estará expuesto, ya que el fruto de su boca dice mucho sobre el árbol que lo produce
Eclesiástico 27:5 “La prueba para los cántaros de arcilla es el horno; para un hombre es su manera de razonar.”
De igual forma insiste Jesus, “de la abundancia del corazón” (Lucas 6:45). Jesus también compara nuestro hablar, sea bueno o malo, con lo que crece en un árbol: “Porque ningún árbol bueno da frutos malos, ni tampoco un árbol malo da frutos buenos” (Lucas 6:43).
Ambas lecturas nos invitan a hacer del habla saludable un hábito. Después de todo, mucho de lo que somos se revela a través de lo que decimos. Pero hay un paso adicional: el Señor nos está pidiendo que miremos hacia adentro, que examinemos nuestros corazones y los llenemos con el “buen tesoro” que Dios desea. No olvidemos que estamos llamado a dar frutos y según la palabra de Dios nuestras palabras son el fruto de nuestro Corazón.
¿Has escuchado decir que las palabras matan? Esto se dice muy certeramente de los insultos, engaños y ofensas y esto demuestra cuanto importan tanto la pureza de corazón y el habla.
“por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:37). Las palabras importan, porque ayudan a decidir nuestro juicio final. San Pablo en 1 Corintios 15: 54–58, nos recuerda, que Dios destruirá la muerte para siempre, y si queremos compartir esta victoria y vivir para siempre con el Señor, debemos tomar todos los pasos necesarios, para dar nuestros corazones y labios a lo que es bueno.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5:8).
Así que pidamos a Dios el Espíritu Santo, en el nombre de Jesus, para que nos conceda un corazón de carne y nos inspire, hablar como Él, pronunciando solo palabras de Fe, Esperanza y Caridad.
En Cristo; Luis Roman
Santa María ora pro nobis