No hay palabras en el diccionario para describir las gracias que gozaran los bienaventurados en la patria celestial. Las Sagradas Escrituras y Dios en su persona Jesucristo, utilizan diferentes analogías y ejemplos para darnos una breve idea de lo que serán estos gozos en cielo.
Para estos gozos fuimos creados y Dios nos hizo existir. El mismo Cristo dice «Vuestros padres comieron en el desierto el maná, y murieron; pero el que coma el pan del cielo no morirá» “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo también daré por la vida del mundo es mi carne” Juan 6:51. Así que el mismo Cristo nos ha dicho, que nos debemos alimentar del pan que da vida, para poder hacer el viaje a la patria celestial, donde se nos dará por amor la vida eterna.
San Francisco de Sales (1567-1622) obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia en su Tratado del amor de Dios, 3, 15 nos dice “El maná era saboreado por cualquiera que lo comía, y, no obstante, de manera diferente según el apetito de los que lo comían, pero nunca nadie agotó su sabor, porque poseía más sabores de los que la variedad de gustos de los israelitas juntos podía apreciar (Sab 16,20-21). Nosotros vamos a ver y saborear allá arriba, en el cielo, toda la Divinidad, pero jamás ningún bienaventurado ni todos juntos le verán ni saborearán totalmente… Es a semejanza de los peces que gozan de la grandeza increíble del océano y, sin embargo, jamás ningún pez, ni toda la multitud de peces, no ha visto todas las playas ni ha mojado sus escamas en todas las aguas del mar. Y los pájaros gozan a su gusto en la inmensidad del aire, pero jamás ningún pájaro ni todas las razas de pájaros que existen no ha batido sus alas en todos los rincones del aire ni ha llegado a la región superior de éste. Nuestros espíritus, a su gusto y según la amplitud de sus deseos, navegarán en el océano y volarán por el aire de la Divinidad, y se gozarán eternamente al ver cuán infinito es el aire, cuan amplio el océano, que no puede ser medido por sus alas, y que gozarán sin reservas ni excepción alguna de todo este abismo infinito de la Divinidad, y, no obstante, no podrán jamás igualar su gozo a este infinitud, la cual permanece siempre infinitamente infinita por encima de su capacidad”.
En cristo, Luis Roman
Santa María ora pro nobis