Definitivamente, Jesucristo nos mostró el verdadero amor, al dar su vida entera en la Cruz. A través de la resurrección nos ha demostrado que nos dará toda su vida eterna también y esto por amor. El amor debe de ser, el aspirar el bienestar de otro sin esperar algo a cambio.
Nuestro Señor obtuvo una recompensa por el amor que nos entregó y esa fue la Cruz, pero por parte de Dios fue exaltado, porque el Padre y Él son la misma cosa. Tu y yo estamos llamados a ser uno en Cristo y amar como él lo hizo. El amor no es un sentimiento bonito y nada más. Es mucho más que eso.
Nuestro Señor nos pidió que nos amaramos los unos a los otros y sin condiciones. Como el amor no lleva sentimientos, estoy llamado a brindar ese amor a mis enemigos, a los que no conozco y a los que, yo no le agrado. Jesus puso una condición y esa es “amansen como yo os he amado”
San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia en su Sermón sobre el Evangelio de Juan, nº 65 nos dice:
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros”… el que escucha este mandamiento, o mejor, el que lo obedece, se renueva interiormente no por un amor cualquiera sino por el mismo amor que el Señor ha precisado, añadiendo: “Como yo os he amado”… a fin de distinguirlo de un amor puramente natural. “Todos los miembros del cuerpo se preocupan los unos de los otros. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es glorificado, todos los miembros se congratulan con él” (1Cor. 12,25-26). En efecto, ellos comprenden y observan estas palabras: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis lo unos a lo otros” no como fuente de desenfrenos, ni como se aman los hombres simplemente porque son hombres, sino como aquellos que se aman porque todos “son dioses” (Jn 10,35) e “hijos del Altísimo” (Lc 6,35), para llegar así a ser los hermanos de su Hijo único, amándose unos a otros con el mismo amor con que él los amó, para conducirlos a todos a aquel fin que los satisfaga, donde su anhelo de bienes encuentre su saciedad. Porque no quedará ningún anhelo sin saciar cuando Dios lo sea “todo en todos” (1Cor. 15,28). El que ama a su prójimo con un amor espiritual ¿qué amará en él sino a Dios? Este amor es el que el Señor quiere separar del amor puramente natural cuando añade: “Como yo os he amado”. ¿Qué es lo que él ha amado en nosotros sino a Dios? No a Dios tal como ya lo poseemos, sino tal como él quiere que le poseamos cuando dice: “Dios será todo en todos”. El médico ama a sus enfermos por la salud que les quiere dar, no por su enfermedad. “Como yo os he amado, amaos los unos a los otros”. Es por eso que nos ha amado: para que nosotros también sepamos amarnos los unos a los otros.
En Cristo Luis Roman
Santa María ora pro nobis