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“Yo soy la puerta; y yo les doy vida eterna”

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Estamos llamados a pasar por la puerta, que es Nuestro Salvador Jesucristo el Señor. No podemos buscar otros caminos y otras entradas porque no hay ninguna otra. Aparte de que estaríamos actuando como ladrones. Las ovejas del rebaño escuchan la voz del Pastor. El Buen Pastor es uno y no hay otro. Su nombre es Jesús y es la segunda persona de la Santísima Trinidad. Él es Dios hecho hombre.

Nuestra atención debe de estar puesta en su voz, o sea en su palabra. El Señor es el mismo que habló al pueblo de Israel y es el mismo que nos habla hoy a través de Jesús. Los Israelitas siguieron a Cristo sin haberlo conocido, escuchando su voz. Nosotros lo conocemos y debemos más aun, seguir su voz. El evangelio de San Juan nos dice, que a través de Él todo llego a ser y que por Él todo fue creado. Nuestra atención debe de estar en Él y nuestros oídos en su voz. No podemos dejar que las distracciones o las falsas voces de este mundo, nos distraigan con sus bellezas y calurosas palabras.

El Señor dijo: “Mis ovejas escuchan la voz, y yo los conozco; ellas me siguen y yo les doy vida eterna”. Sobre el mismo tema, Él dijo un poco más adelante: “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Juan 10,9). Entrará por la fe, Él saldrá pasando de la fe hacia la visión cara a cara, de la creencia a la contemplación, y encontrará un pasto a su llegada al festín eterno. Las ovejas del Buen Pastor encuentran por tanto el pasto, pues todos los que le siguen con un corazón humilde, son alimentados con el pasto de las praderas eternamente verdes. ¿Y cuál es el pasto de esas ovejas, sino las alegrías interiores de un paraíso eternamente verde? El pasto de los elegidos, es el rostro de Dios, siempre presente: y cuando lo contemplamos sin interrupción, el alma se sacia sin fin de un alimento de vida… Busquemos pues, hermanos queridos, este pasto en el que encontraremos nuestra alegría, fruto de esa fiesta que se celebra en el cielo por tantos de nuestros ciudadanos. Que su júbilo nos estimule… ¡Despertemos nuestras almas, hermanos míos! Que nuestra fe, sienta el calor de aquello en lo que creemos, que los bienes de lo Alto enciendan nuestros deseos. Amar así ya es estar en camino. No dejemos que ninguna prueba nos desvíe de la felicidad de esta fiesta interior, porque si deseamos llegar a la meta que nos hemos fijado, ninguna dificultad puede disuadir ese deseo. No dejemos que nos seduzcan falsas victorias. Sería estúpido el viajero que deslumbrado por el espectáculo del maravilloso paisaje, olvide a mitad de camino el destino de su viaje. San Gregorio Magno (c. 540-604) papa y doctor de la Iglesia Homilías sobre el Evangelio, n°14 (trad. cf breviario 4º domingo de Pascua).

Pidámosle al Señor que nos ilumine y pidamos la fuerza que solo viene de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, El Espíritu Santo. Con nuestros esfuerzos estaremos perdido, pero con su asistencia pasaremos a verdes pastos y manantiales de agua viva por la eternidad.

Te exhorto a que leas el capítulo 10 del Evangelio de San Juan.

En Cristo; Luis Roman

Santa María ora pro nobis