En este sexto Domingo de Pascua se nos relata el primer concilio de la Iglesia, el concilio de Jerusalén, del que escuchamos en la primera lectura. El tema a discusión era la situación de algunos cristianos judíos, que querían que los gentiles conversos (bautizados) fueran circuncidados.
El concilio llamó a esto una herejía. Esto nos muestra que la Iglesia en el plan de salvación está destinada a ser una familia mundial de Dios, ya no es solo un pacto con una sola nación. También nos muestra la autoridad de la Iglesia como Madre desde el comienzo del cristianismo, para interpretar, guiar y enseñar al pueblo de Dios.
En Gálatas 5:6 San Pablo dice; “Para los que están en Cristo Jesús, ya no son ventajas el tener o no tener la circuncisión; solamente vale la fe que actúa mediante el amor.” Los cristianos siguiendo el mandato de Cristo nos bautizamos (Juan 3:5) y esta es la nueva marca o signo de nuestro nacimiento en el Espíritu. El Sacramento del Bautismo es posible gracias a la Fe de la Iglesia. Esta es la fe de la que nos habla San Pablo, que debe ser dada con amor a todos por igual; para que así en Cristo puedan ser parte del único cuerpo de Cristo, su Iglesia.
La Iglesia fue, es, y será una, como vemos en la Primera Lectura: “los Apóstoles (Obispos) y los presbíteros (sacerdotes), de acuerdo con toda la Iglesia (Laicos)” (Hechos 15: 1–2, 22–29). Ella también es santa, enseñada y guiada por el Espíritu Santo que Jesús promete a los Apóstoles en el Evangelio de hoy (Juan 14: 23–29).
La Iglesia es católica, o universal, dando a conocer los caminos de salvación de Dios a todos los pueblos (Mateo 28:19-20). A través de la Iglesia somos gobernando con equidad, como escuchamos en el Salmo 67: 2–3, 5–6, 8.
Y la Iglesia, como observa Juan en su visión en el Libro de Apocalipsis 21: 10–14, 22–23 en la segunda lectura, es apostólica, fundada en los Doce Apóstoles del Cordero.
Debemos observar como todos, incluyendo a Pablo, miran a “Jerusalén y los apóstoles ” (Hechos 15) para interpretar la verdadera enseñanza de la Iglesia. Los apóstoles también suponen que los maestros cristianos necesitan un “mandato de nosotros”, en otras palabras, los apóstoles se sienten obligados y saben que es su deber el pronunciarse con autoridad.
El Espíritu Santo es quien guía la decisión de Pedro y los Apóstoles. Así lo describen ellos mismos en su decisión: “Es la decisión del Espíritu Santo y de nosotros” (Hechos 15).
Conociendo estas verdades acerca de la Iglesia, nuestros corazones nunca deben estar perturbados o preocupados. El mensaje de la liturgia de hoy es que la Iglesia es del Señor, vigilada y custodiada por el Defensor, el Espíritu Santo enviado por el Padre en el nombre del Hijo.
Esto debería llenarnos de confianza e inspirarnos a dedicar nuestras vidas a Su Nombre, a amar a Jesús en el cumplimiento de Su Palabra y a regocijarnos de que Él y el Padre en el Espíritu han hecho su morada con nosotros en su Iglesia.
En Cristo Luis Roman
Santa Maria ora pro nobis