Estaba la Santa en oración y delante de sus ojos un abismo profundísimo se abrió, todo repleto de fuego, encendido en vivas llamas y precipitarse numerosísimas, como los copos de nieve en invierno, las infelices almas. Espantada la santa alza los ojos al cielo y exclama:
—“Dios mío, Dios mío”, “Qué es lo que veo— ¿Quiénes son tantas almas pobrecitas? —Seguramente son de pobres infelices, de idólatras, de turcos, de judíos. . .”
—No, Teresa, le responde Dios. Sepas que las almas que ves ahora precipitarse en el infierno, por permisión mía, son todas ellas almas de cristianos como tú.
—Pero serán almas de gente que ni creían ni practicaban la religión, ni frecuentaban los sacramentos.
—No, Teresa, no, respondió de nuevo Dios—Sepas que todas estas almas son de cristianos, bautizados como tú, que como tú creían y practicaban…
—Más no se habrán confesado nunca, ni en la hora de la muerte…afirmó la Santa.
—Son almas que se confesaban y que se confesaron en el trance de la muerte… Recalcó Dios a Santa Teresa.
––¿Cómo, pues, Dios mío, se condenan? preguntó Teresa.
–– ¡Se condenan porque se confesaron mal!… Vé, Teresa, cuenta a todos esta visión y conjura a todos los obispos y sacerdotes a no cansarse nunca de predicar sobre la importancia de la confesión y contra las confesiones mal hechas, a fin de que mis amados cristianos no vengan a convertir la medicina en veneno y a servir para su daño de este Sacramento, que es el Sacramento de la misericordia y del perdón.
Nosotros los Cristianos Católicos estamos llamados a la reconciliación con Dios y para así adquirirla debemos confesar delante de un sacerdote católico nuestro arrepentimiento al enumerar los pecados cometidos.
La confesión no debe de ser maquillada, sino que debe de ser sincera y ofrecer con exactitud el número de veces que el pecado fue cometido. Cada vez que cometemos un pecado, aunque sea del mismo tipo es una ofensa más y única en contra de nuestro Señor.
No debemos por nada del mundo irnos del confesionario con pecados sin confesar, esto no permitiría recibir la Gracias y por consecuencias el total perdón por parte de Dios.
En Cristo, Luis Román
Santa María ora pro nobis