En la primera lectura de este domingo en 1 Reyes 19:16-21 dice, “Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: “Déjame besar a mi padre y a mi madre; luego te seguiré”. Elías le respondió: “Sí, puedes ir. ¿Qué hice yo para impedírtelo?” ¿Te parece familiar? El texto es paralelo, pero también está en contraste, con el Evangelio que leemos este Domingo, Lucas Capitulo 9: 51-62; “Y dijo a otro: “Sígueme”. El respondió: “Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”.
La Liturgia de esta semana quiere que sepamos, que nosotros estamos llamados, a seguir a alguien mayor que Elías, o que cualquier otro ser humano. Jesus no es otro profeta más. Jesus es Dios y Él debe de estar por encima de todo; incluyendo nuestra familia.
Jesus es la cabeza y nosotros el cuerpo. Donde se dirige la cabeza, allá tiene que ir el cuerpo también. Es por esto, que tú y yo, estamos llamados a seguirle, porque hemos sido bautizados en Él.
San Pablo en su carta a Gálatas (5:13-18), nos explica, que el llamado de Jesús rompe el yugo de cada servidumbre, nos libera de los rituales de la antigua Ley, nos muestra el cumplimiento de la Ley en el seguimiento de Jesús, por eso dice “háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor”.
El arado está en nuestras manos y no podemos mirar atrás. Tenemos que dejar el hombre viejo y sus defectos, para seguir al hombre nuevo y perfecto que es Cristo. Jesus es Él que habita en nosotros, por medio del Amor. Este verdadero amor; no es como el amor del mundo. Éste se preocupa por el prójimo, para así poder dar Gloria a Dios a través de sus obras. Ya no amamos porque es bonito o se siente bien o es lo correcto, sino que amamos, para así poder estar en el amor de Dios. Amamos porque nuestro ser esta vivo, por el amor que habita en nuestros corazones. Este amor es Dios mismo.
Con el Espíritu Santo seremos capaces de enfrentar oposición y rechazo, como lo hicieron los Apóstoles en el Evangelio, cuando fueron rechazados en Samaria. No buscaremos venganza, porque sabemos que ellos ya recibieron su recompensa.
Así que hoy escuchamos el llamado del Señor y seguimos su voz, sin mirar atrás. Esto será posible, aunque no sea cómodo y placentero, porque nuestra alegría esta en el Señor.
Santa Teresa Benedicta de la Cruz escribió lo siguiente: “El Salvador nos ha precedido en el camino de la pobreza. A Él le pertenecen todos los bienes del cielo y de la tierra. Para Él no presentaban ningún peligro; podía usar de ellos al mismo tiempo que conservaba su corazón enteramente libre. Pero sabía muy bien que es casi imposible al ser humano poseer bienes sin subordinarse a ellos y hacerse su esclavo. Por esta razón lo abandonó todo, y con su ejemplo nos ha enseñado, aún más que con sus palabras, que sólo lo posee todo el que no posee nada. Su nacimiento en un establo y su huida a Egipto nos hacen comprender ya, que el Hijo del hombre no tendría un lugar donde reposar la cabeza. El que quiera seguirle debe saber que nosotros no tenemos aquí abajo una morada permanente. Cuanto más vivamente tomemos conciencia de ello, más ardientemente tenderemos hacia nuestra morada futura y exultaremos sólo de pensar que tenemos derecho de ciudadanía en el cielo”.
En Cristo; Luis Roman
Santa María ora pro nobis
Foto: Christ Calling His First Disciples Adam Brenner (1800–1891)New Walk Museum & Art Gallery, Leicester Arts and Museums Service