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Reflexión Dominical: La Vanidad del Insensato

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En la Liturgia de esta semana San Pablo nos dice; “busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra” Colosenses 3: 1–5, 9–11.

Somos peregrinos, pasando por este mundo de camino a la patria eterna. No nos podemos quedar observando o tal vez detenidos con las bellezas y comodidades que se presentan en el camino. Nuestro destino es más hermoso, grande y maravillosos que cualquier cosa en esta vida.

Toda ambición en la tierra es “vanidad de vanidades”, una forma de vida falsa y mortal, como nos dice la primera lectura de esta semana (Eclesiastés 1: 2; 2: 21-23).

Esta es la vanidad y codicia contra la que Jesús señala en el Evangelio de esta semana (Lucas 12: 13–21.)  El ansia por el trabajo por parte del hombre rico, expone su falta de fe en el cuidado y provisión de Dios.  Es lo que San Pablo llama “idolatría” en la Epístola de esta semana.  Confundiendo tener por ser, posesión por existencia, olvidamos que Dios es el dador de todo lo que tenemos.  Exaltamos las cosas que podemos hacer o comprar sobre nuestro Creador (Romanos 1:25). Esto se observa en la manera que el hombre rico toma la decisión de entregar su vida a lo material cuando pensó; “‘Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, 
y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida’.”
Lucas 12: 13–21.  

Jesús llama al hombre rico “Insensato” en otras traducciones dice la palabra “tonto. En las Sagradas Escrituras se usan estas palabras para describir a quienes se rebelan contra Dios o lo han olvidado.

Y con razón lo llama tonto, porque ni el hombre rico y tampoco nosotros sabemos cuánto tiempo nos queda aquí en la Tierra, o si tendremos buena salud en el futuro. Actuando de esta manera, olvidamos que la vida aquí en la tierra es pasajera. Además, lo que es eterno (nuestra alma) no necesita de los bienes de aquí abajo, sino de los bienes del cielo.

El hombre Rico también fue tonto e insensato al colocar su confianza en sus bienes y afirmar que su bienestar, estaba asegurado por sus bienes en la tierra. El hombre rico fue tan tonto que estaba dispuesto a invertir para poder almacenar más riquezas. Todo para él y nada para los demás.

San Basilio nos dice sobre esta parábola; «¿Qué voy a hacer? ¡Construiré graneros más grandes!» ¿Por qué habían producido tanto las tierras de este hombre que no iba a hacer más que un mal uso de sus riquezas? Para que se manifestara con mayor esplendor la inmensa bondad de Dios, que da su gracia a todos, «porque hace caer la lluvia sobre justos e injustos, hace salir el sol tanto sobre los malvados como sobre los buenos» (Mt 5,45)… Los beneficios de Dios para este hombre rico eran: una tierra fecunda, un clima templado, abundantes semillas, bueyes para labrar, y todo lo que asegura la prosperidad. Y él ¿qué le devolvía? Un mal humor, soledad y egoísmo. Es así como agradecía a su bienhechor.      Olvidaba que todos pertenecemos a la misma naturaleza humana; no pensó que era necesario distribuir lo sobrante a los pobres; no tuvo en cuenta ninguno de los preceptos divinos: «No niegues un favor a quien es debido, si en tu mano está, el hacérselo» (Pr 3, 27), «la piedad y la lealtad no te abandonen» (3,3), «parte tu pan con el hambriento» (Is 58,7). Todos los profetas y los sabios proclamaban estos preceptos, pero él se hacía el sordo. Sus graneros estaban a punto de romperse por demasiado estrechos para el trigo que metía, pero su corazón no estaba saciado… No quería despojarse de nada aunque no llegara a poder guardar todo lo que poseía. Este problema le angustiaba: «¿Qué haré?» se repetía. ¿Quién no tendría lástima de un hombre tan obsesionado? La abundancia le hace desdichado… se lamenta igual como los indigentes: «¿Qué haré? ¿Cómo voy a alimentarme, vestirme?»…      Considera, hombre, quien te ha colmado de estos dones. Reflexiona un poco sobre ti mismo: ¿Quién eres? ¿Qué es lo que se te ha confiado? ¿De quién has recibido esta carga? ¿Por qué has sido escogido tú? Eres el servidor del Dios bueno; estas encargado de tus compañeros de servicio…  «¿Qué haré?» La respuesta era muy sencilla: «Saciaré a los hambrientos, invitaré a los pobres… Todos los que no tenéis pan, venid a llenaros de los dones que Dios me ha concedido y que fluyen como de una fuente». Homilía 31; PG 31, 261 

Aquí les comparto una meditación que hemos preparado sobre este evangelio. La hemos preparado en Video y versión Audio.

En Cristo; Luis Roman

Santa Maria ora pro nobis

Foto: The Parable of the Rich Fool by Rembrandt, 1627.

Para ver Meditacion en YouTube: https://youtu.be/L_syiPAY2eo

Para escuchar la Meditacion