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Solemnidad de Corpus Christi nos habla San Juan Crisóstomo

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La festividad de Corpus Christi se celebra el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad. Después de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II la fiesta de Corpus Christi se llama Fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. La Solemnidad del Corpus Christi fue establecida en 1246 por el Obispo Roberto de Torete y a sugerencia de Santa Juliana de Mont Cornillon. Después del milagro eucarístico de Bolsena, a mediados del Siglo XIII, el Papa Urbano IV expandió esta celebración a toda la Iglesia Universal en 1264. La procesión de Corpus se originó en Colonia en 1279. Lamentablemente en la mayoría de las regiones del mundo la celebran el Domingo siguiente para acomodarla a las necesidades laborales del lugar.

Aquí les comparto una homilía de San Juan Crisóstomo. En Cristo Luis Roman. 

Eucaristía y comunión

1) LA PROMESA DE LA EUCARISTÍA

Habla el Crisóstomo de nuestra incorporación a Cristo y termina con párrafos exaltados sobre la Eucaristía (cf. Hom. 46 in Jn PG 59,257-267; BAC, Textos eucarísticos primitivos t.1 p.563-574). Véanse también los pasajes de San Juan Crisóstomo que sobre el tema de la Eucaristía incluimos en La Palabra de Cristo t.3 p.581-585 y t.5 p.572-575).

‘Cuando les dió pan y sació su hambre llamaban el profeta y trataban de

hacerle rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual, sobre la

vida eterna, cuando los desviaba de las cosas sensibles cuando lea hablaba

de la resurrección y levantaba sus ánimos, cuando más que nunca debieran

admirarle, entonces murmuraban y se retiraban de El’…

A) Pan de Vida

‘Llámase a sí mismo Pan de vida (Jn 6,48) porque sustenta nuestra vida,

tanto la presente como la futura por lo cual añadió El que coma de este pan

vivirá para siempre (ibid 51). Y pan llama aquí, o bien a los dogmas

saludables y a la fe en El, o bien su propio cuerpo. Pues ambas cosas

fortalecen al alma. Pues bien; con ser así que en otra parte, al decir El: Si

alguno oyere mi palabra no probará la muerte (Jn 8,52), se escandalizaron;

aquí no les sucedió lo mismo, quizá porque todavía le respetaban a causa delos panes (n.1).

B) El Pan que Yo os daré es mi Carne

‘Y de cierto, el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del

mundo. Justamente pudiera alguno dudar y preguntar aquí por qué habló en esta ocasión tales palabras, que nada edificaban ni aprovechaban, sino más

bien perjudicaban a lo edificado… Y si alguno investigara por qué motivo

habló también acerca de los misterios (de la Eucaristía) responderemos que

ésta era una ocasión muy oportuna. Porque la oscuridad de las palabras

suele excitar a los oyentes y hacerlos más atentos; por tanto, no debieran

escandalizarse; antes bien, preguntar e informarse. Mas ellos se retiraban.

Pues si le tenían por profeta, debieran creer sus palabras. Así que el

escándalo procedía de su necedad, no de la oscuridad de las palabras. …

Pero ellos, al fin, no sacaron fruto de las palabras; y nosotros, en cambio,

gozamos del beneficio de las obras. Por lo cual es necesario que nos

informemos del milagro de los misterios (eucarísticos) a saber, en qué

consisten, por qué se dieron y cuál es su utilidad. Un cuerpo nos hacemos,

dice (el Apóstol), y miembro de su carne y sus huesos (Ef 5,30). Sigan los

iniciados este razonamiento’ (n. 2)

2) LA MUESTRA DE AMOR

‘Pués bien, para que esto lleguemos a ser no solamente por el amor, sino

también en realidad, mezclémonos con aquella carne; porque esto se lleva a

cabo por medio del manjar que El nos dió, queriendo darnos una muestra del vehemente amor que nos tiene. Por eso se mezcló con nosotros y metió cual

fermento en nosotros su propio cuerpo, para que llegáramos a formar no

todo, como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes

amadores. Y así Job, para darlo a entender, lo decía de sus siervos, de

quienes era tan excesivamente amado, que deseaban injerirse en sus

carnes; ya que para mostrar su ardiente amor decían: ¡Quién nos diera de

sus carnes para hartarnos! (Job 31,31).

‘Pues por eso hizo lo mismo Cristo, induciéndonos a mayor amistad y

demostrándonos su amor ardentísimo hacia nosotros; ni sólo permitió a

quienes le aman verle, sino también tocarle, y comerle, y clavar los dientes

en su carne, y estrecharse con El, y saciar todas las ansias del amor.

Salgamos, pues, de aquella mesa, como leones, respirando fuego terribles a

Satanás, con el pensamiento fijo en nuestro Capitán y en el amor que nos ha

mostrado. A la verdad, muchas veces los padres entregan los hijos a otros

para que los sustenten: más yo, dice, no así, antes os alimento con mi propia

carne, a mí mismo me presento por manjar deseoso de que todos seáis

nobles, y ofreciéndoos buenas esperanzas, acerca de los bienes venideros.

Porque quien aquí Se os dió a sí mismo, mucha más se os dará en la vida

venidera. Quise hacerme hermano vuestro; por vosotros participé de la carne y la sangre; de nuevo os entrego la carne y la sangre, por medio de las

cuales me hice pariente vuestro”

3) CRISTO NOS COMPRO CON SU SANGRE

‘Esta sangre era continuamente prefigurada de antiguo en los altares, en las

muertes de los justos. Ella es el precio del mundo; con ella compró Cristo la

Iglesia, con ella la hermoseó toda entera, pues, a semejanza de un hombre

que para comprar esclavos da oro, y si quiere adornarlos emplea oro, así

también Cristo con sangre nos compró y con sangre nos hermoseó. Los que

de esta sangre participan asisten a una con los ángeles, con los arcángeles y

con las soberanas potestades, vestidos de la misma real estola de Cristo y

provistos de las armas espirituales. Mas nada grande he dicho todavía.

Vestidos están del mismo Rey’

4) CÓMO HAY QUE ACERCARSE A LA SAGRADA MESA

‘Pero así como es cosa grande y admirable, así mientras te acerques con

pureza, te acercas para salud; pero si con mala conciencia, para suplicio y

venganza. Porque quien come, dice, y bebe indignamente del Señor, su

condenación se corte y se bebe (I Cor 11,29). Si, pues, los que manchan la

púrpura imperial son castigados lo mismo que los que la rasgan, ¿qué hay de extraño en que los que reciben el cuerpo de Cristo con impura conciencia

sufran el mismo suplicio que los que le desgarraron con los clavos?

Considerar, en efecto, cuán terrible castigo dió a entender San Pablo cuando

dijo: Uno que atropella la ley de Moisés, muere sin misericordia, sobre el

testimonio de dos o tres, ¡De cuánto peor castigo pensáis que será Juzgado

digno quien al Hijo de Dios holló, y reputó indigna la sangre del testamento,

con la que fué sacrificado! (Heb 10,28 SS.).

Miremos, pues, por nosotros mismos, amados (hijos), ya que de tales bienes

gozamos, y cuando nos viniera el pensamiento de decir algo torpe o nos

viéramos arrebatar de la ira o de alguna otra pasión, reflexionemos de qué

beneficios hemos sido objeto, de qué Espíritu hemos gozado; y este

pensamiento será freno de nuestros irracionales apetitos. ¿Hasta cuándo

estaremos sin despertar? ¿Hasta cuándo nos hemos de cuidar de nuestra

salvación? Consideremos que beneficios se ha dignado hacernos Dios;

démosle gracias, glorifiquémoslo, no sólo por la fe, sino también por las

obras, para que alcancemos también los bienes venideros, por gracia y

benignidad de nuestro Señor Jesucristo, con el cual sea al Padre la gloria,

juntamente con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los

siglos. Amén’ (n 4).

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