El Logos o Verbo Encarnado se hizo carne en lo que se identifica como la unión hipostática. Jesucristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se hizo carne y habitó entre nosotros teniendo dos naturalezas, tanto Dios como Hombre.
En el caso del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, las Sagradas Escrituras nos dicen que nuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo, pero que la morada está en el corazón de nuestra alma, así que precisamente no es el corazón físico, pero pertenece al corazón, podemos decir de nuestra alma, ya que el Espíritu Santo es espíritu.
La unión plena y mística de María y el Espíritu Santo como cuasi encarnación, significa que el Espíritu Santo se hizo cargo misteriosamente de una unión perfecta y completa en el alma de María en total plenitud.
Mi entendimiento de este fenómeno es que el Espíritu Santo habita completamente en el Corazón del alma de María de una manera perfecta. Mientras que en la mayoría de los católicos el Espíritu Santo solo puede morar imperfectamente porque nuestra naturaleza caída está sujeta a nuestras pasiones en muchas ocasiones. La naturaleza de la unión del Espíritu Santo y María consiste en la unión de voluntades. La Santísima Virgen María está tan profundamente identificada con la voluntad de Dios que se puede hablar de una cuasi encarnación del Espíritu Santo en María.
Necesitamos decir y aclarar que la tercera persona de la Santísima Trinidad no se hizo carne. Nuestra palabra humana “esposa” no puede expresar la realidad de la relación entre la Inmaculada y el Espíritu Santo. Pero nos da una idea de esta unión que, como en el matrimonio, dos se pueden convertir en uno. María es la perfecta hija de Dios. Ella es la Esposa del Espíritu Santo (Lucas 1,35) y se convirtió en la Madre de Dios Jesús Nuestro Señor (Lucas 1,43).
El Espíritu Santo no solo habita en su Alma, sino que se hace carne en la Segunda persona de la Trinidad. Siempre debemos tener en cuenta que la Santísima Trinidad siempre está unida. Jesús caminó sobre la tierra. Podemos decir que la Santísima Trinidad caminó sobre la tierra porque la plenitud del único Dios está siempre en cada una de las tres personas todo el tiempo y para siempre por toda la eternidad.
Por tanto, la Inmaculada Concepción es consecuencia de la Santísima Trinidad en unión con la humana Virgen María. Lo Divino obtuvo carne de Ella y en su carne habitó como uno con ella. Los primeros beneficiarios de este hecho fueron Santa Isabel y en su vientre San Juan Bautista. Además, todos nosotros somos beneficiarios de esta Gracia también, porque somos hermanos y hermanas de Cristo, y somos parte del cuerpo (Iglesia) que recibió el Espíritu Santo acompañado, de María el día del primer Pentecostés cristiano.
En conclusión, creo que así es como deberíamos explicar la comprensión de Maximiliano Kolbe de la palabra “cuasi encarnación”. Sí, fue el quien describió a la Santísima Virgen y su relación con el Espíritu Santo con el termino cuasi encarnación porque María es reflejo y realidad perfecta de la tercera persona de la Trinidad.
En Lourdes nuestra Madre confirmó su unión con la Santísima Trinidad ya creída y enseñada en la Iglesia. Nadie participa en una cuasi encarnación como ella. El resultado es su Inmaculada concepción y su Inmaculado corazón junto con su vida perfecta.
La voluntad de María y la voluntad de Dios están completamente unidas. ¡La Santísima Trinidad y la Inmaculada Virgen María tienen la misma voluntad siempre!
En Cristo Luis D. Roman
Sancta Maria ora pro nobis