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El Evangelio de San Juan en su capítulo 19, versículos 31 a 34, cuando Jesucristo fue crucificado junto a los dos ladrones, los judíos no querían que sus cuerpos permanecieran en la cruz durante el sábado, por ser un día solemne y santo para ellos. Así que pidieron a Poncio pilatos que los soldados les rompieran las piernas a los crucificados para acelerar su muerte y que bajaran los cadáveres cuanto antes.

Crurifragium

Aquel golpe de gracia entre crueldad y piedad se denominaba crurifragium y era un recurso bastante común cuando se quería poner fin al sufrimiento del crucificado ya que con los huesos de las piernas rotos Estas no son capaces de ayudar a sostener el cuerpo, de modo que todo el peso queda suspendido de los brazos, los pulmones no son capaces de tomar aire y el condenado se asfixia en cuestión de minutos.  

Según San Juan, cuando los soldados romanos habían roto ya las piernas de los dos ladrones y se disponían a quebrar las de Jesús, vieron que éste ya estaba muerto. Así que uno de los soldados le clavó su lanza en el costado derecho para asegurarse que estaba muerto. De la herida brotaron sangre y agua.

Lanza de Longinos

La lanza del destino se le conoce como Lanza de Longinos, porque así se llamaba el soldado que traspasó a Jesucristo. El nombre de aquel soldado no está escrito en la Biblia, sino en un evangelio apócrifo, el de Nicodemo, que era un sabio judío que aparece en el Evangelio de San Juan. Según Nicodemo, el soldado era en realidad un centurión y se llamaba Longinos. Al igual que sucede con otras reliquias ligadas a la figura de Jesucristo, como el Santo Grial, con el paso de los siglos fueron apareciendo diversas lanzas sagradas, cuyos dueños aseguraban que eran la auténtica.

Las tres más relevantes

En la actualidad, las tres más relevantes son la que se conserva en el Vaticano, la que está en la Catedral de Etchmiadzin, en Armenia, y, por supuesto, la lanza de Viena, la más popular.

¿Podría algunas de ellas ser realmente la que perforó el costado de Jesucristo?

  1. Lanza de la Iglesia de Armenia

Según la iglesia armenia, la lanza sagrada que tienen en su poder llegó hasta allí tan sólo un par de años después de la crucifixión de Jesús. Y lo hizo en manos de uno de sus discípulos, el apóstol Judas Tadeo, quien comenzó a convertir a paganos al cristianismo. Los sacerdotes paganos, a fin de quitarse de en medio a la competencia, lo hicieron decapitar. Pero antes de morir, Judas Tadeo entregó la lanza a algunos de los armenios que habían decidido hacerse cristianos. Y estos la escondieron en una cueva secreta que más tarde se convirtió en un monasterio llamado Geghard, que significa lanza en armenio. Dos siglos más tarde, a finales del siglo III, a un armenio llamado Gregorio comenzó a evangelizar a sus compatriotas en la doctrina cristiana. Así que el rey de Armenia, Tiridates III, que rendía culto a dioses paganos, lo mantuvo cautivo durante 14 años en un foso, donde era sometido a diversas torturas. Según la historia, con la ayuda de una mujer cristiana que le llevaba cada día un trozo de pan, Gregorio logró sobrevivir todos aquellos años. Finalmente, cuando el rey cayó en una depresión que lo volvió loco, con síntomas parecidos a los de la licantropía, la hermana de este tuvo una visión acerca de que Gregorio podría curar al monarca. Una vez liberado, Gregorio sacó la lanza del destino de su escondite y sanó a Tiridates III, quien se convirtió al cristianismo, y con él toda su corte. De ese modo, en el año 301, Armenia se erigió en el primer estado cristiano del mundo y Gregorio pasó a ser conocido como Gregorio I el Iluminador, fundador y santo patrón de la iglesia apostólica Armenia. Es decir que, según la tradición armenia, la hoja de lanza que se conserva en la catedral de Echmiadzín ayudó a convertir a todo el país al cristianismo. Por tanto, como instrumento de fe, resultó ser muy poderosa.

¿es esa reliquia la auténtica lanza del destino? Probablemente no, ya que, como salta a la vista por su forma, no se trata de una lanza romana, algo que la propia Iglesia armenia reconoce, aunque argumenta que podría tratarse de una lanza usada por los soldados judíos de la época de Jesucristo.

  1.  Lanza en el Vaticano

No se supo nada de ella hasta el año 615, cuando los persas conquistaron Jerusalén y se quedaron con sus reliquias. Se desconocen los detalles de qué sucedió, pero la teoría es que la punta de la lanza se partió y las dos partes de la cabeza del arma siguieron rumbos distintos. El trozo más pequeño fue a parar a Constantinopla, la actual Estambul, y allí lo fijaron a un crucifijo con joyas incrustadas. El fragmento más grande de la lanza tardaría 80 años más en llegar a Constantinopla. y ambos pedazos se conservaron en la Catedral de Santa Sofía durante 600 años, hasta que en el año 1244, la parte pequeña, la punta de la lanza, fue vendida al rey santo Luis IX (noveno) de Francia, quien la depositó en la Sainte-Chapelle de París junto a la corona de espinas que llevó Jesucristo durante su ejecución. Durante la Revolución Francesa, aquellas reliquias desaparecieron para siempre.

                  ¿Y qué pasó con el otro fragmento, el más grande? En 1453 los otomanos conquistaron Constantinopla y unas décadas después, en 1492, el sultán Bayezid II envió la reliquia al papa em Roma, Inocencio VIII, a cambio de que este mantuviera prisionero en Italia a su medio hermano, Yem, con quien había mantenido una guerra por el trono otomano. Si el papa liberaba a Ejem, Bayezid II se arriesgaba a una nueva guerra civil, por lo que además de entregarle la lanza sagrada, también le pagó una cantidad de dinero equivalente a todos los ingresos anuales del papa y una cuota de 45.000 ducados al año.

Como las arcas papales siempre estaban necesitadas de dinero, Inocencio VIII aceptó el trato aunque en Roma no estaban nada convencidos de que aquella lanza sagrada fuera la auténtica. El fragmento fue guardado en la Basílica de San Pedro y el Vaticano nunca lo ha exhibido ni permite que se le realicen pruebas científicas, Aunque a juzgar por los únicos dibujos que existen de esa lanza, realizados a principios del siglo XX, sí se trata de una lanza romana de la época de Cristo.

  1.   La Lanza de Viena

Esta aparece en unas cuantas películas debido a los grandes personajes históricos vinculados a ella y sus supuestos poderes, como el de otorgar la invencibilidad a quien la posea. La lanza del destino de Viena está formada por diversas piezas que fueron añadidas en épocas diferentes. El núcleo de la hoja sí parece tener el aspecto de una lanza romana, pero en su interior alguien introdujo un fragmento alargado de otro metal que supuestamente sería uno de los clavos con los que crucificaron a Jesucristo. Más tarde recubrieron su parte central con una banda de plata que tiene inscritas en latín las palabras Lanza Sagrada de San Mauricio. También se añadieron a la base de la hoja de la lanza unas pequeñas alas impropias de las lanzas romanas. Y, por último, la banda de plata fue recubierta con otra de oro, donde se lee en latín la inscripción Lanza y clavo del señor. Todas esas partes contribuyen a seguir el rastro de la reliquia a través de la historia.

La inscripción en la banda de plata, la que hace referencia a San Mauricio. A finales del siglo III, Mauricio era el comandante de la Legión Tebana, una unidad militar del Imperio Romano que estaba integrada únicamente por cristianos procedentes de Egipto. Tras la muerte de Jesucristo, la lanza del destino habría permanecido en poder de los primeros cristianos y, de algún modo, habría ido a parar a las manos de Mauricio, En el año 286, cuando la Legión Tebana recibió la orden de partir hacia las Galias para ayudar al emperador Maximiano en su lucha contra la Primera Revuelta Vagauda. Cuando llegaron allí, toda la legión, unos 6.000 hombres, fueron ejecutados por orden del emperador. Según una versión de la leyenda, se debió a que no quisieron realizar sacrificios en honor a los dioses romanos. Según otra, fue porque se negaron a perseguir a los rebeldes cuando descubrieron que, al igual que ellos, eran cristianos. Sea como fuere, tras su martirio, Mauricio acabó convertido en San Mauricio y su lanza acabó en manos del emperador romano Constantino I.

Para el año 312 y Constantino estaba a punto de enfrentarse al emperador Majencio en la batalla del puente Milvio en Roma por el control total del imperio. Según el cronista y obispo Eusebio de Cesarea, antes de la batalla, Constantino tuvo una visión en la que Dios le prometía la victoria si luchaba enarbolando el signo del Crismón, que está compuesto por una P y una X, que son las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego. Constantino hizo que sus soldados pintaran ese símbolo en sus escudos y empuñando la lanza sagrada, derrotó a Magencio. A raíz de aquello decidió permitir el cristianismo en el imperio y él mismo se convirtió al la fe cristinana, aunque decidió postergar su bautizo como cristiano hasta que se encontró en su lecho de muerte, tal vez porque el bautismo limpia todos los pecados cometidos en el pasado. En cambio, la madre de Constantino, Santa Helena, se convirtió al cristianismo mucho antes que él y viajó a Tierra Santa en busca de reliquias. Tal vez fuera ella quien le entregó a Constantino el clavo de Cristo y este hiciera que lo insertaran en el corazón de la lanza del destino.

Tres siglos después de la caída del Imperio Romano, la Lanza Sagrada de Viena, supuestamente, fue a parar a manos de Carlo Magno, el primer emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y el hombre más poderoso de Europa en los albores del siglo IX. A Carlo Magno, que era un cristiano muy devoto, le interesaba mucho poseer la lanza de Constantino porque eso lo vinculaba con el que había sido el primer emperador cristiano. Las alas que se ven en la base de la hoja de la lanza del destino tal vez fueran añadidas por orden de Carlo Magno, ya que son típicas de la dinastía carolingia. Desde entonces, la lanza permaneció en poder de los monarcas del Sacro Imperio Romano Germánico. Fue uno de los descendientes de Carlomagno, Enrique III, coronado emperador en el año 1046, quien ordenó colocar la banda de plata en la lanza. ¿Y quién puso la banda de oro sobre la de plata? Se cree que lo decidió otro monarca del Sacro Imperio, Carlos IV, y que lo hizo en torno al año 1350. Carlos IV guardaba una impresionante colección de reliquias en el castillo de Karlstejn, a las afueras de Praga. Pero en 1424 el emperador Sigismundo decidió que las llevaran todas, incluida la lanza sagrada, al castillo imperial de Nuremberg, su ciudad natal, situada en el actual estado alemán de Baviera. Según sus deseos, allí debía permanecer la lanza durante el resto de la eternidad. Y sus deseos se cumplieron hasta que llegó Napoleón. Cuando los ejércitos revolucionarios franceses se aproximaban a Nuremberg en la primavera de 1796, las autoridades municipales decidieron llevar la lanza del destino a Viena para que No fuera a caer en manos de los enemigos de Europa. Se la entregaron al varón Von Hügel, quien prometió devolverla en cuanto terminara la guerra. Pero como Napoleón conquistó los territorios alemanes y en 1806 el Sacro Imperio fue desmantelado, al final la lanza sagrada se quedó en Viena. Hasta que llegó Hitler.

Hitler y la lanza del Destino

Hitler sentía una gran atracción por las reliquias, ya que pensaba que su poder era real y contribuiría a fortalecer su imperio. Y como la leyenda decía que quien sostuviera en sus manos la lanza del destino sostendría para bien o para mal el destino del mundo, Hitler estaba deseando tenerla en su poder. En cuanto Austria fue anexionada por Alemania en 1938, los nazis llevaron la lanza del destino a Nuremberg a bordo de un tren blindado y tras exhibirla durante algún tiempo en la iglesia de Santa Catalina, la guardaron en un búnker construido en uno de los sótanos medievales del castillo de Nuremberg para protegerla de posibles bombardeos. En 1945, con Alemania a punto de ser derrotada, trasladaron la lanza del destino al búnker de Panierplatz y allí la encontraron los estadounidenses unos meses más tarde, a 25 metros bajo tierra oculta, tras una pared de mampostería. En enero de 1946 fue devuelta a Austria y actualmente se encuentra expuesta en el Museo de Historia del Arte de Viena.

      ¿Fue esta la auténtica lanza que se clavó en el costado de Jesucristo? La ciencia dice que no. El Museo de Historia del Arte de Viena, a raíz de los estudios realizados por un equipo de expertos multidisciplinares que analizaron la lanza, data su origen en el siglo VIII, al igual que el del metal del supuesto clavo de Cristo que contiene. Por tanto, no se trataría de la lanza sagrada. Por último, hay que aclarar un detalle referente a la supuesta maldición que encierra la lanza del destino. Según algunas versiones de la leyenda, igual que hace invencible a aquel que la sostiene, la reliquia también provoca la muerte de quien se separa de ella. Así, se cuenta que Carlos Magno, quien resultó invicto en 47 batallas, murió poco después de que la lanza se le cayera accidentalmente. La misma suerte corrió otro emperador del Sacro Imperio, Federico I Barbarroja, quien murió ahogado en un río de Turquía durante la Tercera Cruzada, supuestamente poco después de que dejara caer la lanza. Y aunque los defensores de esta leyenda sin fundamento histórico también quieran defender la teoría de que Hitler se suicidó justo después de que los estadounidenses se hicieran con la lanza del destino, En realidad, la reliquia fue recuperada el 7 de agosto de 1945, más de tres meses después de que el dictador pusiera fin a su vida.

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El equipo que organizó el llamamiento filial a los cardenales y obispos del mundo pidiéndoles que prohíban las bendiciones de “parejas” irregulares y homosexuales en sus diócesis y que soliciten al Papa Francisco rescindir el documento del Vaticano que permite tales bendiciones presenta hoy la lista definitiva de firmantes .
Junto con los 90 firmantes iniciales, el documento cuenta ahora con alrededor de 150 clérigos (un obispo, varios monseñores, decenas de sacerdotes y diáconos), así como cientos de eruditos venidos de todo el mundo, para un total de 500. 

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