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El sacerdote existe para administrar los sacramentos, ya que Jesucristo los ordenó a ellos ( los apóstoles); a perdonar pecados (Juan 20:23), a partir el pan (eucaristía) (Lucas 22:19- 1 Corintios 11:24), y a pastorear el rebaño (Juan 21:15-17 Mateo 28:19-20).

Sin sacerdotes no tuviéramos Eucaristías y sin Eucaristías no hubiera Iglesia, porque ella, es el alimento que nos da vida.

La Iglesia como Madre, nos nutre con la palabra de Dios. El Verbo, la palabra de Dios, se nos revela dándose como alimento, a través de las Sagradas Escrituras y del Magisterio de la Iglesia; pero sobretodo, el Verbo, la palabra viva (Jesús), se nos entrega como alimento, en las especias del pan y el vino. De esta manera, Él alimenta a la Iglesia (su cuerpo).

Sin la Iglesia, no tuvieramos la presencia de Jesus sacramentado en la tierra. A cada hora, el Sacrificio de la Santa Misa, se está llevando a cabo en algún lugar del planeta.

Este hecho, ha hecho posible, que Jesús nos acompañe no tan solo espiritualmente, sino que sacramentalmente, a cada hora todos los días por los últimos 2,000 años. Solo este hecho, hace de la Iglesia el organismo más precioso y valioso del mundo.

Por supuesto, la Eucaristía nos ha llevado al amor desinteresado, que lo entrega todo incluyendo la vida.

Es por esto que la Iglesia Universal o sea Católica es la institución que administra el mayor número de hospitales, orfanatos, escuelas, hogares de ancianos y pacientes con enfermedades como el SIDA en la actualidad.

A través de estas obras, la Iglesia quiere presentar a Cristo, para que así sean todos discípulos de Cristo,  que es el único camino al Padre, nuestro Dios (Mateo 28:19-20). El que todos sean dicipulos de Cristo, es la mision de la Iglesia.

Oremos para que tengamos más sacerdote, pero que sean sacerdotes santos. Porque sin ellos no tendríamos Eucaristía y nosotros la Iglesia nos moriríamos de hambre sin ella.

La Iglesia (el cuerpo), junto a la cabeza (Jesucristo), se ofrecen al Padre, como un sacrificio perfecto en cada Misa, por toda la humanindad. Sobre este misterio, se escribio lo siguiente:

“Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios, Al Misterio (sacramentum) escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria, al cual nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo.”
San Pablo a los Colosenses, 1
24-28 

En Cristo, Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro Nobis!

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El Papa merece siempre un gran respeto, como Vicario de Cristo. Lo mismo sucede con tu padre terreno, porque, incluso si fuera un desastre, permanecería en vigor el cuarto mandamiento: honrarás a tu padre y a tu madre. De hecho, el deber de respetar y honrar al Papa es parte de ese cuarto mandamiento. Conviene que no nos engañemos: si no guardamos el respeto sobrenatural debido al Papa, estamos faltando a este mandamiento y fallando como fiel catolico.

Como todas las vocaciones cristianas, la llamada a ser Sucesor de Pedro implica a la vez la grandeza del don y la pequeñez del receptor de ese don, la fuerza de Dios y la debilidad humana, el plan divino y la libertad del hombre.

No es cierto que el Papa acierte en todo lo que dice por obra del Espíritu Santo. La infalibilidad papal, como estableció el Concilio Vaticano I, sólo actúa en situaciones muy concretas y limitadas (temas de fe y moral definidos de forma solemne y ex cathedra). En lo demás, el Papa puede equivocarse y de hecho se equivoca. Un Papa con conocimientos teológicos mediocres seguirá teniendo esos conocimientos mediocres después de ser elegido para regir la Iglesia y uno que haya sido un gran sabio continuará siéndolo tras sentarse en el trono de Pedro.

La iglesia es consciente de esto y es por esto que nos pide ofrecer cada misa por el santo padre y orar por él.

En definitiva, nuestra comprensión de la misión del Papa y nuestra relación con él deben estar guiadas por la fe, la esperanza y la caridad. Como esas tres virtudes son teologales y se reciben de Dios, lo que nos toca es orar sin desfallecer, de modo que el Espíritu Santo ilumine al Papa… y nos ilumine también a nosotros.

Fuente Bruno M / InfoCatolica

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¿Y por qué el Papa Francisco ha decidido no utilizarlos?

Quizá muchos recuerden al Papa Juan Pablo II con sus zapatos rojos o se pregunten por qué el Papa Francisco no los utiliza, ¿pero sabían que estos zapatos son tan antiguos como el origen de la Iglesia misma? ¿O que tienen un significado sumamente especial?

Pero antes de comenzar con la historia, hay que aclarar que la mayoría de los Papas utilizan tres tipos de zapatos: unas pantuflas rojas de seda para caminar en el interior del Vaticano, sandalias episcopales para celebrar misa (hasta 1969) según los colores litúrgicos y zapatos de cuero rojo para exteriores. De estos últimos es de los que más vamos a hablar.

El uso de zapatos rojos se asocia con el poder y no sólo el eclesiástico. Desde la época bizantina, los reyes de Normandía los utilizaban como símbolo de los mártires. Los emperadores romanos continuaron con la tradición, sólo que para ellos era un referente de alto estatus, así que los grandes aristócratas también los utilizaban.

SAINT GIMIGNANO

Shutterstock-jorisvo

Para la Iglesia no fue diferente, sólo que el rojo (que no era usado únicamente en los zapatos sino en toda la vestimenta, la cual empezó a cambiar hacia al blanco con el Papa Pío V a mediados del siglo XVI por ser de la orden dominica), además de simbolizar poder, recuerda la sangre de la Pasión de Cristo y su camino a la crucifixión; asimismo, simboliza la sumisión de Papa a Jesucristo, el amor de Dios por la humanidad y el recuerdo de todos los mártires que dieron su vida por Cristo.

Volviendo a los zapatos de exteriores, son de cuero (mayormente proveniente Marruecos) y solían tener una cruz bordada en oro. Después de 1958, el Papa Juan XXIII le agregó herraduras doradas que los hicieron más parecidos al calzado utilizado por los obispos fuera de Roma.

RED SHOES

Dieter Philippi-(CC BY-SA 3.0)

Luego el Papa Pablo VI pidió que se quitara la elaborada cruz y no se cumpliera la costumbre de besar los pies del pontífice. También eliminó las hebillas de todos los zapatos eclesiásticos y decidió no usar las pantuflas de seda en el interior del Vaticano.

Sin embargo, los Papas que lo sucedieron sí volvieron a los zapatos rojos, incluso algunos fueron enterrados con ellos: Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, por ejemplo. Este último por mucho tiempo también cambió a unos de un tono más borgoña y menos rojo brillante, de apariencia más sencilla; sin embargo, el Papa Benedicto XVI los retomó de la mano de su propio artesano-zapatero, Adriano Stefanelli.

BENEDICT XVI

Shutterstock-Eugenio Marongiu

El Papa Francisco prefirió llevar el rojo sólo por dentro y optó por los zapatos negros que ha usado desde siempre y con los que llegó al Vaticano, que son fabricados por su zapatero de cabecera de hace más de 40 años, Carlos Samaria, como una señal de humildad y austeridad.

Mientras tanto, la mozzetta papal y la capa son de los pocos elementos rojos que aún se conservan de la antigua vestimenta papal que solía ser únicamente de este color tan significativo para la Iglesia católica y que corresponde a la próxima celebración de Pentecostés.