En tu vida tal vez después de mucho tiempo, un día por la gracia de Dios, finalmente tuviste ese encuentro con Jesús y se te abrieron tus ojos y comenzaste a ver lo que no podías ver, fue ese día donde comenzaste a caminar, después de haber estado paralitico por muchos años. Fue ese día donde tu cuerpo y todo tu ser quedaron limpios de la lepra del pecado e innegablemente, tiene que haber sido aquél día donde tus pecados murieron con Cristo en la Cruz y tu vida fue elevada con Cristo resucitado. Esto no significa que no has pecado, después de haber vivido este encuentro con el Señor, pero en definitiva no te has apartado de Él. Después de ese día siempre vas a buscar el perdón y la reconciliación con el Señor. Esto quiere decir que has tenido una conversión con Cristo.
Tal vez este gran momento sucedió hace poco tiempo o aconteció hace muchos años. Lo importante es que no lo olvides y lo tengas presente no solo en tu memoria, sino en tu corazón. La verdadera conversión sucede una sola vez y es para siempre. ¿Ya has tenido la tuya?
La conversión de San Pablo
Una de la historia de conversión más compartida y hablada en los últimos 2,000 años es la conversión de san Pablo y como se encontró con nuestro Señor Jesucristo. Aquí está el testimonio de este hecho relatado por el mismo san Pablo (Hecho de los apóstoles 22:3-16)
“«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios, como lo estáis todos vosotros el día de hoy. Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y arrojando a la cárcel a hombres y mujeres, como puede atestiguármelo el Sumo Sacerdote y todo el Consejo de ancianos. De ellos recibí también cartas para los hermanos de Damasco y me puse en camino con intención de traer también encadenados a Jerusalén a todos los que allí había, para que fueran castigados. «Pero yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?” Yo respondí: “¿Quién eres, Señor?” Y él a mí: “Yo soy Jesús Nazareo, a quien tú persigues.”. Los que estaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo dije: “¿Qué he de hacer, Señor?” Y el Señor me respondió: “Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas.” Como yo no veía, a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por mis compañeros llegué a Damasco. «Un tal Ananías, hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí, vino a verme, y presentándose ante mí me dijo: “Saúl, hermano, recobra la vista.” Y en aquel momento le pude ver. Él me dijo: “El Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, pues le has de ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre.””
La conversion de Zaqueo
Haz click en el enlace para escuchar este corto audio (8 minutos), sobre esta extraordinaria conversion
Después de mi conversión no he sido fiel:
Tristemente puede ser que tu vida ha vuelto a lo que era antes de haber conocido a Cristo, o tal vez para tu fortuna sigues perseverando en la fe como san Pablo lo hizo. Hoy tienes que mirarte a ti mismo y contestarte esta pregunta. ¿Soy un discípulo de Cristo o simplemente soy un seguidor de Él?
A diferencia de San Pablo los 12 apóstoles le fallaron a Jesus después de haberlo conocido, pero después de Pentecostés y de esa confirmación de Fe hacia el Señor. Ninguno volvió a negarlo, traicionarlo o a quedarse dormido. Al contrario, todos literalmente dieron la vida por el Señor.
Lo que has hecho hasta el día de hoy, termina HOY. Pídele a Jesus que te dé la fuerza para entregarle tu vida a Dios.
¿Cómo puedo comenzar?
Que mejor manera que comenzar con una oración, visitando tu Parroquia más cercana, asistiendo a la Santa Misa, tal vez asistiendo a un retiro y confesándote. Solo te puedo decir no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
En Cristo; Luis Román
Santa María ora pro nobis
Extraído de mi libro Maná de Aliento para el Cristiano.