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A causa de todos los escándalos por parte del clero de abusos sexuales, homosexualidad y pedofilia que han salido a luz pública recientemente en Argentina, Honduras y por ultimo Estados Unidos son cientos los católicos que se preguntan si las misas ofrecidas por estos hombres o por otros que se encuentran en pecado son válidas. Además de dudar de la validez de las misas celebrada por estos sacerdotes y obispos también se cuestionan los sacramentos.

La respuesta a la pregunta de si son válidos es Absolutamente. La validez de los sacramentos y de la santa misa no depende de la santidad o no de los ministros que los administran. La enseñanza de santo Tomás de Aquino y la doctrina de la Iglesia (cfr Concilio de Trento, Sess. VII, can. 8, DS 851) nos dicen que los sacramentos actúan “ex opere operato”, o por el mismo hecho de ser realizados, y no “ex opere operantis” que requeriría la santidad del ministro. El catecismo de la Iglesia Católica numerales 1127-1128 nos expresan lo mismo.

Sobre este punto es necesaria una plena serenidad del creyente, el pecado de los ministros no “contamina” la validez de la acción sacramental de Dios. Es verdad que Dios ha confiado a nuestras pobres manos sus medios de salvación. En un cierto sentido se podría decir que para encarnarse el Verbo quiso “depender” de nosotros, ha querido “depender” de nosotros, pero la validez de los sacramentos depende de Él, independientemente de los ministros. Estos tendrán que responderle a Dios por sus actos y por cada alma que se perdió por culpa de sus actos.

Para que tengas una idea de cuán grande es el poder de los sacramentos me gustaría informarte que ni siquiera los sacerdotes suspendidos pierden el poder de administrar válidamente los sacramentos. Tal ejercicio le viene prohibido, pero no pierden la capacidad de celebrar válidamente. Por esto, en peligro de muerte de una persona, también un sacerdote suspendido puede ofrecerle el sacramento válido. Y ha sucedido muchísimas veces, dando la paz y la gracia de Dios a este moribundo.

Para concluir debes de preguntarte qué entiendes cuando hablas de un sacerdote que está en pecado. Todos somos pecadores. Ninguno de nosotros está libre del todo del pecado. En mi opinión esta debe ser la pregunta de los creyentes: ¿en qué estado está mi alma? ¿El sacramento que recibo verdaderamente llevará frutos en mí o quizá será mi condena?

Quisiera mencionar que además de responderle a Dios estos malos sacerdotes acusados y encontrados culpables de estos crímenes horribles deben de ser excomulgados, pero no debemos olvidar de practicar la compasión y el perdón. Las victimas necesitan también nuestro apoyo y oración. Sobretodo debemos hacer todo lo posible para que sepan y entiendan que son parte del cuerpo de Cristo y que la iglesia no es lo que ese sacerdote les hizo vivir.

Miremos nuestro corazón primero y tengamos la certeza que el cuerpo de Cristo es santo e inmaculado. ¿Cómo es posible que comencemos a desconfiar de la validez de la Iglesia por unos malos sacerdotes? Si la cabeza es Jesus y Jesus es santo y eterno así mismo es su cuerpo y el cuerpo de Cristo es la Iglesia. Ese cuerpo está compuesto de millones de pecadores que comenten errores mientras están dentro de ella, pero que también buscan sanación, perdón, fuerza y sobretodo santidad. Nunca olvides que no se puede llegar al Padre si no es por Cristo y no se puede llegar a Cristo sin su Iglesia Santa, católica y Apostólica.

Oremos para que tengamos más sacerdotes santos. San Jerónimo decía “los malos sacerdotes son la causa de la perdición de los pueblos”

En Cristo; Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro Nobis!

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Instaurar todo en Cristo

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Instaurar todo en Cristo (Instaurare omnia in Cristo) quiere decir todo, sin dejar nada, tanto lo privado como lo público, lo individual como lo social y político, la familia, la educación, la ciencia, la cultura, la economía, el derecho, el arte, la sexualidad, el entretenimiento etc… deben de ser instaurados, establecidos, fundados y creados de nuevo en Cristo.

Y es que si ciertamente Cristo es el sólo Señor y Rey del Universo, especialmente del ser humano, este debe de tenerle como la piedra angular sobre la que basa su vida entera en sus diferentes aspectos.

Todo lo que el hombre haga, el arte, la cultura, la política, el derecho, la economía, etc., debe de arder con la Caridad de Cristo; en otras palabra debe de arder en el amor (ágape) de Cristo.

Todo en tu vida debe de ser instaurado en Cristo. Estas palabras eran el lema de Papa San Pio X y se cree que las dijo antes de morir. Su vida y su testimonio fueron exactamente esto una restauración en Cristo para todos, en todo y a todo tiempo. Miremos su ejemplo y dejemos que Cristo sea el centro de nuestras vidas.

En Cristo Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro Nobis!

¿Qué es la Iglesia?

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Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net

Hoy en día hay muchas iglesias y denominaciones que dicen ser los verdaderos seguidores de Cristo. Sin embargo, en los inicios del cristianismo no era así. Había una sola Iglesia y todos los cristianos permanecían unidos bajo las enseñanzas de los apóstoles.

Hoy hablaremos de cuál es esta Iglesia, y para qué funda Cristo una Iglesia.

Hay personas que encuentran, muchas veces, a la Iglesia como un obstáculo, incluso reconocen que prefieren ir a la Iglesia sólo cuando lo sienten. Otros, sostienen que en la Iglesia católica hay muchas normas y prefieren dejarla. Y hay quienes alegan que ellos prefieren confesarse directo con Dios, o que tratan de acomodar los Mandamientos de la Iglesia según su conveniencia.

¿Por qué Cristo fundó una Iglesia?

Hay muchos cristianos que encuentran a la Iglesia como un obstáculo por las normas, las reglas y la estructura; creen que los asfixia y sugieren entonces vivir algo espontáneo, sin lineamientos. Pero, si lo pensamos bien, no podemos vivir un auténtico cristianismo sin la Iglesia fundada por Cristo.

Sin la Iglesia, el cristianismo se hace inofensivo. La Iglesia traduce el cristianismo en un cristianismo real. Sin la Iglesia, el Evangelio sería como cualquier libro o como una plastilina en donde cada quien modelaría su propio cristianismo, el que quisiera, como más le convenga o le guste, haciendo a un lado aquello que le desagrada y exige.

Hay personas que pueden decir que son católicas, pero que nunca van a Misa, que no se acercan a la Iglesia y sus sacramentos, o que están lejos del Papa y los sacerdotes, representantes de Cristo, y no se dan cuenta que justamente la Iglesia es al Católico como la tortilla a un taco (valga la comparación sencilla): sin la tortilla no hay taco, pues sin la Iglesia no hay cristianismo.

Es la Iglesia la que traduce al cristianismo en un compromiso real y que pone lo rieles de nuestro tren para que sepa hacia donde ir; no puede ser un estorbo para un verdadero cristiano. Es un estorbo sólo para aquellos que quieren vivir el cristianismo como les viene en gana, y que deciden hacerla a un lado y fundar su “iglesia propia”.

Por ejemplo, el joven que se escapa de la escuela, que dice sentirse muy feliz y contento por que no hay quien le exija, aún cuando sabe que su deber es estar estudiando; sólo se engaña a él mismo. Pues en nuestra religión, es la Iglesia la que nos pone las normas, la que hace que el cristianismo sea compromiso, la que nos motiva e impulsa a seguir, la que responde nuestras dudas, la que nos señala por donde ir, que nos da un espíritu de lucha, de superación, de esfuerzo, de exigencia, reto y autoconquista para transformarnos en otro Cristo.

Es gracias a la Iglesia que sabemos que lo importante no era tener el cabello largo, usar sandalias, y traer túnica para ser católico. Sin la Iglesia, el cristianismo no hubiera pasado de ser el club de amigos de Jesús de Nazaret. Fue la Iglesia la que propagó, perpetuó y creó ese movimiento de fe, amor práctico y compromiso de vida. Para eso Cristo creó su Iglesia para que perpetuar a lo largo del tiempo su mensaje.

¿Por qué, a veces, estorban las normas de la Iglesia?

La única respuesta es por falta de amor. Por ejemplo, cuando tu amas a una persona estás dispuesto a hacer todo lo que ella te pide: hasta te sacas diez en el examen, o hasta te cae bien tu suegra. Dejas todo por corresponder a ese amor que te tienen, cumples con tus responsabilidades y hasta dejas el partido de fútbol por estar con esa persona.

Cuando se ama, aún el gesto más sencillo, un pequeño detalle lo sabemos apreciar. Si decimos ser cristianos y amar a Cristo, ¿por qué entonces no sabemos apreciar lo que Cristo hizo por nosotros al dejarnos concretamente, y sin fallas, todo lo que quiere que hagamos y como hacerlo?

Hay veces en que apreciamos más un detalle que nos brinda un desconocido, que el gran regalo que nos tiene Cristo; y hasta lo dejamos a un lado con el moño puesto.

Cuando hay amor no dejas a Cristo abandonado con los brazos abiertos por que te pidió que hicieras ciertas cosas: te das por completo aceptando las normas y condiciones. Como cuando una pareja se va a casar, la novia no puede pensar “me caso contigo y te entrego toda mi vida incondicionalmente, pero yo no plancho, ni lavo, ni hago de comer”. Cuando amas lo das todo sin límites, y aceptas los requisitos sin límites.

Cristo fundó una Iglesia y estableció una jerarquía a ser respetada (El Papa, los Obispos); puso unas leyes y normas para que no estuviéramos cada año, cada tiempo y cada moda re-inventando la Iglesia, sino para que vivamos en la Iglesia como Él quiso, por amor a ella y así, formemos con ella un sólo cuerpo en Cristo.

¿Qué significa Iglesia?

Iglesia quiere decir “comunidad convocada”. En este caso, convocada por Cristo.

Cristo dio ciertas características a la Iglesia para que la distinguiéramos como la verdadera. Entre estas características está la unidad.

En primer lugar, unidad de fe, que se muestra por el Credo que rezamos todos los Domingos, que es el mismo que rezaban los apóstoles y describe en pocas palabras en qué creemos como católicos.

En segundo lugar, unidad de comunión, pues formamos una sola Iglesia en todo el mundo, en donde nuestro jefe, nuestro rey es Cristo, y su vicario, la cabeza visible de la Iglesia es el Papa. Es la misma en todas partes del mundo, ya sea en Cuba, en México, o en España. Igual que en los primeros tiempos, en donde existía la misma Iglesia en Filipo o en Corintio. Unidad de comunión, también porque comemos del mismo pan y formamos un mismo cuerpo (Hechos 2:42).

Es necesario que colaboremos en esta unidad, que estemos unidos entre nosotros, unidos entre los grupos sin que haya divisiones, y después, estos grupos unidos al sacerdote; y él, a su vez, al obispo y al Papa. Y así, dar testimonio verdadero de que somos la Iglesia de Cristo y que en nosotros se cumple ese deseo de Cristo, la unidad. Esta es una característica que nos distingue a los católicos.

La Iglesia es llamada, también, Cuerpo Místico de Cristo, en donde Jesús es la cabeza y nosotros todo el cuerpo. Y está viva como el cuerpo de cualquiera de nosotros lo está; y siente dolor cuando una parte se enferma; y alegría cuando una parte se mejora. Cada uno de nosotros forma la Iglesia de Cristo, y es en nosotros, en los jóvenes, donde la Iglesia se mira a sí misma. “Vosotros jóvenes sois la esperanza de la Iglesia”, afirmó hacia el comienzo de su pontificado, el papa Juan Pablo II.

Gracias a muchas personas, hoy tenemos nuestra fe. Desde los primeros tiempos hasta el día de hoy, desde los apóstoles, mártires, y tantos santos que, al dar su vida, nos mostraron el valor de nuestra fe. Ahora, el Santo Padre nos dice que nosotros, que cada uno de nosotros somos la esperanza de la Iglesia, porque ahora nos corresponde tomar la estafeta de nuestra fe y transmitirla, para continuar a través de nuestro testimonio esa gran labor que Cristo ha dejado: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio”.

Hace poco, me dijo una amiga, que desde que se cambió de la Iglesia Católica a otra distinta, vive mejor y hace más cosas buenas, y hasta ha logrado deshacerse de vicios. Podemos con esto concluir que en muchas otras “iglesias” (recuerda que es el cuerpo místico de Cristo, y ni modo que tuviera varios cuerpos) algo bueno debe haber, y si aunque sea eso bueno se vive, se pueden lograr buenas cosas; pero es necesario hacer notar que si ella hubiera vivido todo lo bueno que tiene nuestra Iglesia, simplemente llegaría a niveles como el de la Madre Teresa de Calcuta: a la santidad.

Si nosotros la viviéramos, la conociéramos y la amáramos, nos daríamos cuenta de todas sus características y podríamos sacarle más fruto que cualquiera de las otras. Es importante que usemos los medios que nos ofrece la Iglesia Católica, como ir a Misa, confesarse, leer la Biblia, participar en grupos parroquiales, conocer la palabra y escritos del Santo Padre. Es importante conocer, amar y vivir lo que en ella se enseña.