Dios permite las tentaciones para que, venciéndolas con su gracia, ejercitemos las virtudes y adquiramos merecimientos para el cielo. – Las tentaciones se vencen con la vigilia, la oración y la mortificación cristiana. (Extraído del Catecismo de San Pio X)
En la oración del Padre Nuestro decimos y no nos dejes caer en la tentación. Así que afirmamos que vendrán tentaciones y que serán permitidas por Dios. Nuestro Dios no quiere que caigamos en ellas y es por esto que nos ha dado sus enseñanzas, mandatos y su Espíritu Santo. En Juan 3:16 se nos dice que tanto amo Dios al mundo que envió a su único hijo para que se salvara. No hay dudas en las Sagradas Escritura que nuestro Padre del cielo desea que no caigamos en la tentación.
Debemos tener en perspectiva que el pecado y por ende las tentaciones no fueron creadas por Dios. Nuestro Dios nos creó con libertad a nosotros y a todos los entes espirituales. La providencia de Dios es tan grande y maravillosa que a través de las tentaciones nos llega la oportunidad de ejercitar las virtudes y que así seamos merecedores del cielo.
No sabríamos que significa la limpieza sino conociéramos la suciedad y más importante aún, no sabríamos como limpiar lo sucio si nunca se hubiese ensuciado. Las tentaciones nos ayudan a ver lo débiles que somos. Nos ayudan a darnos cuentas que sin Dios es imposible. Ellas también pueden ser una voz de alerta de que no deberíamos estar en ese lugar o que no deberíamos realizar tal o cual acción.
Cuando nuestro Señor fue tentado en el desierto demostró que quien obedece al Padre y tiene toda su humanidad ordenada hacia lo divino puede mantenerse fuerte en estos momentos de tentación. De la forma en que el Señor le contestaba al demonio dejaba ver como conocía las Escrituras y como tenía confianza en lo que ellas afirmaban. En cambio, el demonio también las conocía, pero las citaba para confundir a nuestro Señor.
Jesus se encontraba en el desierto en vigilia. Él se encontraba en preparación para comenzar su vida pública y sabía que iba a requerir estar vigilante y atento. Él también se encontraba en oración. El evangelio nos dice que fue guiado por el Espíritu hacia el desierto. Cuando nos mantenemos en comunicación con Dios el Espíritu Santo nos lleva a lugares que no conocíamos y nos guía para que podamos hacer la voluntad del Padre. Además, nuestro Señor estaba practicando el ayuno que es una de la practicas de mortificación. Con el ayuno, el estar de rodilla por largos periodos de tiempo o con algún otro ofrecimiento que nos lleve a estar incomodos nos prepara y nos lleva a darnos cuenta lo débiles que somos y cuanto más necesitamos del Señor. También estas prácticas pueden enseñarnos a controlar la carne y a tener a Jesus presente con mayor énfasis o intensidad en todo momento.
Jesucristo nos muestras que las tentaciones se vencen con la vigilia, la oración y la mortificación y que nos brindan la oportunidad de que ejercitemos las virtudes y adquiramos merecimientos para el cielo.
En Cristo, Luis Roman
¡Santa Maria Ora Pro Nobis!