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En este corto audio veremos que el remedio para nuestras cargas materiales pero sobre todo para nuestras cargas espirituales es Nuestro Señor Jesucristo. Nos basamos para ello en el Capitulo 11 de San Mateo versiculos del 28-30

En Cristo; Luis Roman

Santa Maria Ora Pro Nobis

Jesús tomó la palabra y dijo:
“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. 
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. 
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.” 

 

San Jerónimo nos dice: «Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas, y cumplirán así la ley de Cristo». El pecado es una carga, como lo atestigua el salmista cuando dice: «Mis pecados pesan sobre mí como una carga pesada». El Salvador se encargó de esa carga por nosotros, enseñándonos de este modo por su ejemplo lo que debemos hacer nosotros mismos. Pues el mismo carga el peso de nuestros pecados, Él sufre por nosotros (Is 53:4), e invita a los que están agobiados bajo el fuerte peso de la ley y de sus pecados a cargar el peso ligero de la virtud cuando dice: «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11:30). Aquél que no se desespera por la salvación de su hermano, tiende la mano a aquél que implora su apoyo, llora con el que llora, es débil con los débiles, y mira los pecados del otro como los suyos propios, ése cumple por la caridad la ley de Cristo. ¿Cuál es esa ley de Cristo? «El mandamiento que les doy es que se amen los unos a los otros» (Jn 13:34) ¿Cómo el Hijo de Dios nos amó? «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15:13). Aquél que no es clemente, que no se revistió de las entrañas de la misericordia y de las lágrimas, por muy elevado que sea en espiritualidad, no cumple la ley de Cristo. Aquél que viene a socorrer al pobre agobiado bajo el peso de la indigencia y se hace amigo del dinero injusto (Lc 16:9), ése carga con las necesidades de su hermano. Es a él que Jesús dirá después de la resurrección general: «Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber» (Mt 25:34-35)

Comentario de la Epístola a los Gálatas (Obras completas de San Jerónimo, tomo 10) «La carga ligera de la ley de Cristo» (Trad. ©Evangelizo.org)

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El camino para llegar a Dios es el que Él mismo nos ha señalado revelándonos una religión.

La religión verdadera sólo puede ser una, pues las religiones se contradicen entre sí, y la verdad sólo puede estar en uno de los dos campos: si sobre un punto concreto, y desde un mismo punto de vista, unos dicen que sí y otros que no, no pueden los dos tener la razón al mismo tiempo. Si uno dice que Cervantes nació en España y otro dice que nació en Inglaterra, es evidente que no pueden tener los dos razón al mismo tiempo. Uno de los dos se equivoca. Los católicos decimos que Cristo es Dios. Otros lo niegan. Es claro que no podemos tener todos la razón. Por eso sólo hay una religión verdadera.

Para conocerla no hace falta estudiar todas las religiones. Basta conocer los motivos de credibilidad del cristianismo para saber que es la religión verdadera. Sería absurdo pensar que Dios ha revelado varias religiones contradictorias entre sí. La única religión verdadera es la que Dios ha revelado, y la podemos conocer por señales ciertas, como son los milagros de Jesucristo.

La religión católica ha sido fundada por Cristo-Dios; todas las demás religiones han sido fundadas por hombres. Ni Buda, ni Confucio, ni Mahoma, ni Lutero, etc., pretendieron ser Dios. Jesucristo afirmó repetidas veces en su vida que Él era Dios (ver n 32 ). La ocasión más solemne fue ante el sanedrín cuando la interpelación de Caifás quien, ante esta afirmación de Cristo, le llama blasfemo y le condena a muerte. La blasfemia se castigaba con la pena de muerte entre los hebreos. Para confirmar que era verdad lo que decía, Jesucristo hizo varios milagros, principalmente su propia resurrección.

Jesucristo fundó una sola Iglesia: «Habrá un solo rebaño y un solo Pastor»(436) Esta Iglesia es la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Todas las demás Iglesias y religiones están equivocadas. Unas, porque no reconocen al verdadero Dios -como el Budismo-; otras, porque se separaron de la Iglesia verdadera -como el Protestantismo-.

Según el Primer Concilio de Constantinopla, celebrado el año 381, la Iglesia, tal como la fundó Jesucristo, tiene cuatro notas características, es decir, cuatro señales distintivas, que son cuatro propiedades esenciales que, todas juntas, son exclusivas y manifestativas de la verdadera Iglesia de Jesucristo. Estas señales distintivas, estos atributos, son: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Por estas señales es que creemos que la Iglesia Católica es la que Cristo fundó, mientras que las Iglesias Protestantes no reúnen las condiciones necesarias para ello.

Debemos rezar por los no católicos, para que se conviertan, y ellos y nosotros nos unamos en la única y verdadera Iglesia de Cristo que es la Católica.

Por: P. Jorge Loring, S.I. | Fuente: Catholic.net

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En el siguiente corto audio (9 minutos) meditarás en el porque Nuestro Senor se manifiesta y se ha revelado a los humildes y sencillos. Nos basamos en la siguiente lectura del Evangelio y meditación de San Vicente de Paul.

En Cristo ; Luis Roman

San Mateo 11,25-27Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.”

San Vicente de Paúl
¡Es tan agradable a Dios la simplicidad! Sabéis que la Escritura dice que su delicia es conversar con los humildes, los sencillos de corazón, que van de buena y simple manera: «Ha hecho a los hombres rectos sus familiares» (Pr 3,32). ¿Queréis encontrar a Dios? Él habla con los sencillos. ¡Oh, Salvador mío! ¡Oh hermanos míos que sentís el deseo de ser sencillos, que dicha! ¡qué dicha! Ánimo, puesto que tenéis en vosotros esta promesa: que el deseo de Dios es estar con los hombres sencillos. Otra cosa que nos recomienda maravillosamente la sencillez, son estas palabras del Señor: «Te bendigo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios e inteligentes y las has revelado a los sencillos». Reconozco, Padre, y os lo agradezco, que la doctrina que he aprendido de vuestra divina Majestad y que doy a conocer a los hombres, sólo la conocen los sencillos, y permitís que no la oigan los prudentes según el mundo; les habéis escondido, si no las palabras, sí al menos el espíritu. ¡Oh Salvador y Dios mío! Esto nos debe asustar. Nosotros corremos tras la ciencia como si toda nuestra dicha dependiera de ella. ¡Desdichados de nosotros si no la tenemos! Es preciso tenerla, pero con mesura; es preciso estudiar, pero sobriamente. Otros simulan entender en negocios, pasar por gente que conoce los negocios de fuera. Es a estos tales que Dios quita la penetración de las verdades cristianas: a los sabios y entendidos del mundo. Pues ¿a quién la da? Al pueblo sencillo, a la buena gente… Señores, la verdadera religión se encuentra entre los pobres. Dios los enriquece con una fe viva; creen, tocan, saborean las palabras de vida… Por lo ordinario conservan la paz en medio de las penas y tribulaciones. ¿Cuál es la causa de esto? La fe. ¿Por qué? Porque son sencillos Dios hace que en ellos abunden las gracias que rechaza dar a los ricos y sabios según el mundo.

Conversaciones espirituales, conferencia del 21/03/1659

Santa Maria Ora Pro Nobis