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En este corto audio daremos respuestas a las siguientes preguntas y a otras más:

  • ¿Porque debemos confesarnos delante de un sacerdote.
  • ¿Porque la Iglesia Católica tiene la autoridad de perdonar pecados?
  • ¿Dónde en la Biblia se nos habla de la confesión?
  • ¿Es verdad Jesus instituyó este sacramento?
  • ¿No es mejor confesarme directamente con Dios?

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¡Santa Maria Ora Pro Nobis!

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Solo Dios perdona el pecado y la Iglesia Católica siempre ha afirmado esta verdad; CIC:1441 dice: Sólo Dios perdona los pecados (Marcos 2:7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, él dice de sí mismo: “El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra” (Marcos 2:10) y ejerce ese poder divino: “Tus pecados están perdonados” (Marcos 2:5; Lucas 7:48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (Juan 20:21-23) para que lo ejerzan en su nombre. “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar “

Este poder le fue conferido a los Apóstoles y a sus sucesores. Jesus les dió este poder a ellos, precisamente para que Él nos perdone los pecados a ti y a mí. Por tanto, si quieres que Dios te perdone los pecados, sabes a quien visitar; a quienes han recibido de Dios ese poder.

San Pablo profesó la fe Apostólica; fe que ha sido llamada Católica desde los primeros siglos,  enseñada por Jesucristo (Ver o buscar carta a los ´Smymeans´, de San Ignacio de Antioquía (del año 106D.C.), párrafo 8: escrita 73 años después de Cristo. Este documento contiene las palabras Iglesia Católica.

Así como la fe Católica y Apostólica enseñan, San Pablo también les pidió a sus comunidades que se reconciliaran con Cristo a través del ministerio del perdón o la reconciliación. El expresa el misterio del sacramento y el poder de Dios que estaba en sus apóstoles y sus sucesores al decir que ellos son embajadores de Cristo. El texto dice: “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!”  2 Corintios, 5 18-20

Además, San Pablo expresó la gravedad de comulgar o recibir el pan y vino en pecado mortal y lo describió como un horrible sacrilegio,  porque atenta contra Cristo mismo. “quien coma el pan o beba el cáliz indignamente, será reo del cuerpo y sangre del Señor. (…) Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación” 1 Corintios 11: 27-28.

Así que, si no podemos comulgar en pecado mortal, debería de haber una forma de poder reconciliarnos con nuestro Señor, a través de la misma Iglesia que tiene el poder de consagrar el pan y el vino. La respuesta es el Sacramento o el signo de la Reconciliación o del Perdón, descrito por el mismo San Pablo en 2 Corintios 5:18-20. Obviamente solo se puede perdonar lo que se conoce, así que también el apóstol Santiago nos exhorta lo siguiente: “Confiesen mutuamente sus pecados” Santiago 5:16

Las condiciones del perdón las determina el ofendido, no el ofensor. Es Dios quién perdona y quien ha sido ofendido. Solo ÉL tiene el poder, para establecer los medios para otorgar ese perdón. Así que no soy yo, ni tampoco tú, quien decide cómo conseguir el perdón, sino que Dios lo decidió, hace dos mil años, a través de Jesucristo.

Nuestro Señor fue muy claro y explícito al indicarnos a quién tengo que acudir y qué tengo que hacer, para que ÉL me perdone. San Pablo también nos hace la misma exhortación.

El confesarnos con un sacerdote católico,  es obediencia a Cristo, pues demostramos que creemos en las palabras dichas por ÉL en Juan 20:21-23.

En Cristo,  Luis Román

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Dios permite las tentaciones para que, venciéndolas con su gracia, ejercitemos las virtudes y adquiramos merecimientos para el cielo. – Las tentaciones se vencen con la vigilia, la oración y la mortificación cristiana. (Extraído del Catecismo de San Pio X)

En la oración del Padre Nuestro decimos y no nos dejes caer en la tentación. Así que afirmamos que vendrán tentaciones y que serán permitidas por Dios. Nuestro Dios no quiere que caigamos en ellas y es por esto que nos ha dado sus enseñanzas, mandatos y su Espíritu Santo. En Juan 3:16 se nos dice que tanto amo Dios al mundo que envió a su único hijo para que se salvara. No hay dudas en las Sagradas Escritura que nuestro Padre del cielo desea que no caigamos en la tentación.

Debemos tener en perspectiva que el pecado y por ende las tentaciones no fueron creadas por Dios. Nuestro Dios nos creó con libertad a nosotros y a todos los entes espirituales. La providencia de Dios es tan grande y maravillosa que a través de las tentaciones nos llega la oportunidad de ejercitar las virtudes y que así seamos merecedores del cielo.

No sabríamos que significa la limpieza sino conociéramos la suciedad y más importante aún, no sabríamos como limpiar lo sucio si nunca se hubiese ensuciado.  Las tentaciones nos ayudan a ver lo débiles que somos. Nos ayudan a darnos cuentas que sin Dios es imposible. Ellas también pueden ser una voz de alerta de que no deberíamos estar en ese lugar o que no deberíamos realizar tal o cual acción.

Cuando nuestro Señor fue tentado en el desierto demostró que quien obedece al Padre y tiene toda su humanidad ordenada hacia lo divino puede mantenerse fuerte en estos momentos de tentación. De la forma en que el Señor le contestaba al demonio dejaba ver como conocía las Escrituras y como tenía confianza en lo que ellas afirmaban. En cambio, el demonio también las conocía, pero las citaba para confundir a nuestro Señor.

Jesus se encontraba en el desierto en vigilia. Él se encontraba en preparación para comenzar su vida pública y sabía que iba a requerir estar vigilante y atento. Él también se encontraba en oración. El evangelio nos dice que fue guiado por el Espíritu hacia el desierto. Cuando nos mantenemos en comunicación con Dios el Espíritu Santo nos lleva a lugares que no conocíamos y nos guía para que podamos hacer la voluntad del Padre. Además, nuestro Señor estaba practicando el ayuno que es una de la practicas de mortificación. Con el ayuno, el estar de rodilla por largos periodos de tiempo o con algún otro ofrecimiento que nos lleve a estar incomodos nos prepara y nos lleva a darnos cuenta lo débiles que somos y cuanto más necesitamos del Señor. También estas prácticas pueden enseñarnos a controlar la carne y a tener a Jesus presente con mayor énfasis o intensidad en todo momento.

Jesucristo nos muestras que las tentaciones se vencen con la vigilia, la oración y la mortificación y que nos brindan la oportunidad de que ejercitemos las virtudes y adquiramos merecimientos para el cielo.

En Cristo, Luis Roman

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