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Si y No  o, mejor dicho, la respuesta correcta depende de lo que quiera decir la pregunta. Con cuatro puntos vamos a contestar esta pregunta,  2 NO y 2 SI. Las respuestas estan basadas en el magisterio de la Iglesia Catolica.

1) NO, en el sentido de que Dios actúe coartando la libertad de los cardenales electores para elegir a “su candidato”. Dios respeta profundamente nuestra libertad. De hecho, su Hijo se hizo hombre y murió en la cruz precisamente como consecuencia de ese amor respetuoso de Dios. Los cardenales tienen una gracia especial de estado, concedida por el Espíritu Santo, para cumplir bien su misión de electores, pero esa gracia no suprime su libertad. Por lo tanto, los purpurados pueden resistirse a la gracia de Dios (y es de suponer que, en muchos casos, así lo han hecho a lo largo de la historia de la Iglesia), emitiendo su voto por razones mundanas.

Consciente de que para elegir bien hace falta la inspiración del Espíritu de Dios y de que esa inspiración no es automática, la Iglesia prevé que, antes de comenzar las votaciones, los cardenales recen el Veni Creator, para pedir que la dureza de sus corazones no obstaculice la iluminación del Paráclito. El resto de los católicos, por su parte, rezan también intensamente esos días, mientras esperan la fumata blanca, rogando que los cardenales elijan bien y se dejen guiar por el Espíritu Santo.

2) SI en el sentido de que es Dios quien confiere la misión de pastorear la Iglesia. Un Papa válidamente elegido no recibe su misión de manos humanas, sino del Espíritu Santo. Es el mismo Cristo quien le dice apacienta a mis ovejas. El Sucesor de Pedro no es un “representante” de los cardenales ni de los obispos ni de los fieles, sino que ha recibido una llamada especial de Dios.

En este sentido se expresa la liturgia tradicional de la Iglesia: Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum N., quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius réspice… Es decir, “Dios, pastor y gobernante de todos los fieles, mira propicio a tu siervo N., al que quisiste poner al frente de tu Iglesia como pastor…”. Esta misma afirmación se repite en multitud de lugares, en los textos litúrgicos relacionados con el Papa: “Oh Dios […] da a tu Iglesia un pontífice” (Ordo rituum conclavis 18), “tú que lo has elegido como sucesor de Pedro” (ORC 70), “nuestro Papa N., al que encomendaste el cuidado pastoral de tu rebaño” (Ordo exsequiarum Romani Pontificis, 39), “que [Dios] ha establecido como Obispo de Roma sucesor de Pedro en el gobierno pastoral de la Iglesia” (OERP 33), “tú que lo pusiste como fundamento visible de la unidad de la Iglesia” (OERP 135).

Así pues, el Papa merece siempre un gran respeto, como Vicario de Cristo. Lo mismo sucede con tu padre terreno, porque, incluso si fuera un desastre, permanecería en vigor el cuarto mandamiento: honrarás a tu padre y a tu madre. De hecho, el deber de respetar y honrar al Papa es parte de ese cuarto mandamiento. Conviene que no nos engañemos: si no guardamos el respeto sobrenatural debido al Papa, estamos faltando a nuestro deber como católicos.

3) NO, en el sentido de que, por obra del Espíritu Santo, sea elegido como Papa el más prudente, el más sabio o el más santo de los posibles candidatos. Basta leer los libros de historia para darse cuenta de ello. Ha habido Papas santos, buenos, mediocres, malillos y desastrosos.

Tampoco significa que el elegido se vaya a convertir mágicamente en santo, bueno y piadoso. El Papado no es un octavo sacramento, en el que Dios garantice la transformación del que lo recibe como en el Bautismo. La impecabilidad papal nunca ha formado parte de la fe católica: el Papa se confiesa regularmente como todos, porque lo necesita. Al día siguiente de ser elegido, el Papa es el mismo que era el día anterior, pero con una misión especial de Dios.

Tampoco es cierto que el Papa acierte en todo lo que dice por obra del Espíritu Santo. La infalibilidad papal, como estableció el Concilio Vaticano I, sólo actúa en situaciones muy concretas y limitadas (temas de fe y moral definidos de forma solemne y ex cathedra). En lo demás, el Papa puede equivocarse y de hecho se equivoca. Un Papa con conocimientos teológicos mediocres seguirá teniendo esos conocimientos mediocres después de ser elegido para regir la Iglesia y uno que haya sido un gran sabio continuará siéndolo tras sentarse en el trono de Pedro.

La iglesia es conciene de esto y es por esto que nos pide ofrecer cada misa por el santoi padre y orar por el.

4) SI, en el sentido de que Papa que haya en cada momento es el que Dios te ha dado a ti y forma parte del designio amoroso de su Providencia para tu vida.

Esta cuarta respuesta nos resulta muy complicada de entender, porque la gracia, por su propia naturaleza, supera nuestro entendimiento. Además, no terminamos de creernos lo que dice la Escritura: Todo sucede para bien de los que aman a Dios.

Y todo es todo. No sólo el nombramiento de los Papas santos y maravillosos, también el de los Papas desastrosos que ha habido. ¿También el del Papa aquel que tuvo no sé cuántos hijos y el de aquel otro que vendía o repartía los cargos como si fueran chocolatinas? También. Cristo es el Señor de la historia y nada escapa a su poder. El plan del Señor subsiste por siempre. Los cardenales pueden meter la pata hasta el fondo (y tendrán que dar cuenta de ello en el día del Juicio), pero, de alguna forma que supera nuestra limitada inteligencia, Dios tiene en cuenta esos fallos y pecados humanos y los integra en su plan para hacer algo aún más maravilloso.

Puede que los cardenales se equivoquen o actúen mal, pero Dios no se ha equivocado al darte un Papa, como veíamos en el PUNTO NUMERO 2. El Papa que tienes es el que Él tenía preparado para ti antes de la creación del mundo. Puede que sea un santo o quizá sea una catástrofe andante, pero es el que Dios te ha dado y Él sabe lo que hace. Es el Papa que tú necesitas para ser santo, que es lo que importa. Dios escudriña los corazones y sabe lo que necesita el tuyo, aunque tú no lo entiendas.

Es necesario, por lo tanto, tener siempre en cuenta estos cuatro posibles sentidos de la aparentemente sencilla pregunta sobre si al Papa lo elige el Espíritu Santo, porque hacen que tenga respuestas paradójicas, que parecen contradictorias pero no lo son. Como todas las vocaciones cristianas, la llamada a ser Sucesor de Pedro implica a la vez la grandeza del don y la pequeñez del receptor de ese don, la fuerza de Dios y la debilidad humana, el plan divino y la libertad del hombre.

En definitiva, nuestra comprensión de la misión del Papa y nuestra relación con él deben estar guiadas por la fe, la esperanza y la caridad. Como esas tres virtudes son teologales y se reciben de Dios, lo que nos toca es orar sin desfallecer, de modo que el Espíritu Santo ilumine al Papa… y nos ilumine también a nosotros.

Fuente: Bruno M Infocatolica

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Te has preguntado que es el “Reino de los cielos”.  ¿Es para todo el mundo? ¿Qué Dijo Jesus sobre el Reino de los cielos? En este corto AUDIO (10 minutos) discutiremos los distintos ejemplos que nuestro Señor utilizo para explicar el Reino de los cielos (grano de mostaza, sembrador, levadura, tesoro escondido, etc.) Lo haremos meditando el capítulo 13 del Evangelio según san Mateo desde el versículo 24 hasta el 53. Debajo se encuentra el texto.

En Cristo; Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro Nobis!

San Mateo 13,24-30. Jesús propuso a la gente otra parábola:
“El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;
pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue.
Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: ‘Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?’.
El les respondió: ‘Esto lo ha hecho algún enemigo’. Los peones replicaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’.
‘No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo.
Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'”.

San Mateo 13,31-35. Jesús propuso a la gente otra parábola:
“El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo.
En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”.
Después les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”.
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas,
para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.

San Mateo 13,36-43. Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”.
El les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno,
y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal,
y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”

 San Mateo 13,44-46. Jesús dijo a la multitud:
“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.”

San Mateo 13,47-53.Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces.
Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos,
para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?”. “Sí”, le respondieron.
Entonces agregó: “Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.
Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.

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¿BASTA LA FE?

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San Pablo dice en Romanos 3:28 que el hombre se justifica o se salva por la fe y no por el cumplimiento de la Ley, ¿por qué los católicos no toman en cuenta este texto?

Los católicos no tan solo tomamos en cuenta este texto, sino que lo entendemos e interpretamos correctamente. San Pablo se refiere a la Ley de Moisés que los fariseos excedían con la cantidad de preceptos poniendo su Fe en las practicas exteriores. El mismo San Pablo dice en Gálatas 5:6 que conjuntamente con la fe hace falta la caridad. Realmente el mensaje de San Pablo en estos versículos (Romanos 3:28) es aclarar que lo que nos salva no es el cumplimiento de la Ley Mosaica, sino la fe en Jesucristo. Nuestra salvación se encuentra en la persona de Jesus.
Pero la fe en Jesucristo se manifiesta obedeciendo sus mandamientos. Por eso dice el mismo Jesucristo  (Mateo 7:21) que para salvarse hay que cumplir la voluntad de Dios.

El Evangelio y todo el nuevo testamento nos habla reiteradas veces que hay que practicar el bien. Especialmente, cuando habla del juicio final; los condenados son lo que no hicieron obras buenas o sea la voluntad de Dios

El apóstol Santiago afirma en (2:26) que “la fe sin obras está muerta“. En otras palabras, puedo decir que solo con mis obras demuestro mi fe y mi amor a Jesucristo.

En Cristo, Luis Roman

¡Santa Maria Ora Pro Nobis!

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